El Bundesbank no se guarda palabras al describir la situación: “cada vez resulta más evidente que la economía alemana se enfrenta no solo a vientos en contra persistentes, sino también a considerables problemas estructurales”. Entre las causas de este panorama destacan varios elementos interrelacionados, que van desde la crisis energética hasta la creciente competencia global.

Uno de los factores más discutidos es la crisis energética. Alemania, durante décadas, se benefició de un acceso privilegiado a energía barata procedente de Rusia. Sin embargo, la guerra en Ucrania ha interrumpido este flujo, elevando considerablemente los costes energéticos y erosionando una de las bases del modelo industrial alemán. Esto se combina con los desafíos inherentes a la transición hacia una economía neutra en carbono, que ha puesto de manifiesto la falta de competitividad de Alemania en sectores emergentes como los vehículos eléctricos. Mientras la Unión Europea restringe la producción de vehículos de combustión, un terreno donde Alemania era líder, el país no logra consolidar una ventaja en tecnologías sostenibles. Un tiro en el pie, para entendernos. Eso sí, con una pistola sostenible.

El envejecimiento de la población también ocupa un lugar destacado en el informe. Menos personas jóvenes ingresan al mercado laboral, mientras que una población mayor demanda bienes y servicios que no necesariamente coinciden con las capacidades productivas tradicionales del país. Este desajuste demográfico contribuye a los desequilibrios económicos y complica aún más la tarea de revitalizar la economía.

La regulación excesiva también está en la mira del Bundesbank, que la describe como una carga para las empresas. Esta situación limita la capacidad de innovación y crecimiento del tejido empresarial europeo, afectando especialmente a sectores clave de la economía alemana. Además, el aumento del proteccionismo a nivel mundial y la creciente competencia de mercados emergentes, particularmente China, han reducido la cuota de mercado alemana en industrias como la automoción, la química y la ingeniería mecánica. La tradicional exportadora economía alemana ve cómo mengua su capacidad.

En el ámbito de las políticas monetarias, el Bundesbank señala que las acciones del Banco Central Europeo, centradas en reducir los tipos de interés, no son suficientes para abordar los problemas estructurales subyacentes. “Bajar los tipos de interés no servirá de mucho para reanimar el crecimiento económico de Alemania”, señala el informe, subrayando que el estancamiento requiere soluciones más allá de la política monetaria.

Por otra parte, las perspectivas inflacionarias también generan preocupación. Se prevé que la inflación alcance el 2,4% en 2025, manteniéndose por encima del objetivo del 2% del BCE antes de converger gradualmente en los años siguientes. Esto pone de relieve la necesidad de estabilizar la economía para evitar una presión adicional sobre los consumidores y las empresas.

Las implicaciones de este estancamiento trascienden las fronteras de Alemania. Como principal economía de la Eurozona, los problemas estructurales de Alemania amenazan con arrastrar a toda la región.

El mensaje del Bundesbank es claro: Alemania necesita reformas estructurales profundas y urgentes para adaptarse a un entorno global cambiante. La tramposa transición verde, la mejora de la competitividad en sectores emergentes y la reducción de las cargas regulatorias son elementos cruciales para garantizar un futuro económico más prometedor. Sin una acción decidida, el estancamiento podría convertirse en una constante, con repercusiones negativas tanto para Alemania como para la Eurozona en su conjunto.