El calor provoca un exceso de sudor que hace que aparezcan en la zona unos granitos que pueden causar picor y escozor que, normalmente desaparecen al dejar de sudar. Estas erupciones se llaman miliarias o sudaminas. “También origina eccemas irritativos caracterizados por enrojecimiento y descamación de la piel por el efecto irritante del propio sudor y enfermedades más complejas como la enfermedad de Grover, que obstruye las glándulas sudoríparas y causa vesículas y costras muy pruriginosas” explica la Doctora Montserrat Salleras Redonnet, Jefa del Servicio de Dermatología del Hospital Universitari Sagrat Cor. Además, los restos de sudor pueden favorecer el desarrollo de infecciones por hongos y bacterias que necesitan de ambientes húmedos para subsistir.
Uno de los problemas que surgen en verano son las alergias, especialmente al calor, al sudor o al sol. La alergia al sol surge como una reacción de la piel después de estar expuesta al sol o a la radiación ultravioleta, manifestándose en forma de enrojecimiento o habones (urticaria) o ampollas, en la zona de la piel que le ha dado el sol, provocando escozor y picor. Sin embargo hay zonas, como la cara o el dorso de las manos, que están “acostumbradas” al sol y no presentan síntomas.
Otros tipos de alergia son las que se producen por estar en contacto con algún tipo de planta (“fitofotodermatosis”) o por el uso de medicamentos fotosensibilizantes (“fototoxia”). Por otro lado, cuando suben las temperaturas o se suda en exceso después de un entrenamiento fuerte, la piel puede reaccionar provocando erupciones que producen manchas rojizas y picor. “Se desconocen las causas exactas, pero podría ser debido a una reacción alérgica al sudor o bien una respuesta del sistema nervioso al estrés ocasionado por la subida de la temperatura corporal” apunta la doctora Salleras Redonnet.
Las reacciones al calor se pueden presentar a cualquier edad, pero sobre todo en personas con la piel sensible a las altas temperaturas o al sudor. En este colectivo suelen estar las personas mayores, los niños y los enfermos crónicos que, normalmente, no advierten y comunican la sensación de calor. “También las personas con sobrepeso u obesas pues el sudor se acumula en las axilas, las ingles o en los pliegues sub-mamarios y sub-abdominales, y produce más irritaciones, aparte de predisponer a infecciones bacterianas como foliculitis y fúngicas como micosis” añade la especialista.
Evitar las reacciones al sol, al calor o al sudor es fácil si se protege la piel durante todo el año y especialmente en verano. La manera más sencilla es utilizar protección solar. El factor de protección dependerá del tipo de piel de cada uno. El factor de protección solar o índice de protección solar (SPF), indica el tiempo de protección que tiene la piel cuando se expone al sol y puede ser desde SPF 5 hasta SPF 50+. El más recomendado es el factor 50, incluso en los días nublados. También se deben evitar las actividades al aire libre en las horas centrales del sol, entre las 11 y las 16 horas, pues los rayos de sol son más fuertes en esas horas. Es conveniente usar gafas de sol para proteger los ojos sin olvidar proteger las orejas, los labios y el cuero cabelludo, especialmente los calvos. Si no se protege la piel adecuadamente, además de las reacciones alérgicas pueden aparecer quemaduras, manchas y arrugas. Es importante, para cuidar la piel en verano, después de un día de playa o piscina, para que la piel no se reseque más después de haber estado expuesta al sol, darse una ducha de agua tibia, secarse bien y aplicar una crema hidratante en el cuerpo y la cara para calmar los efectos que han provocado los rayos del sol en la piel.
Los hábitos alimenticios también influyen en la salud de la piel. En verano, para combatir los efectos del calor y evitar la deshidratación, es necesario tomar muchos líquidos sobre todo agua. Sin embargo, en esta época del año, las frutas y las verduras de temporada como el melón o la sandía, aportan, además de agua, vitaminas, minerales y antioxidantes que ayudan a mantener la piel hidratada. También el gazpacho, los zumos de fruta natural y las sopas frías aportan betacarotenos, los pigmentos naturales que dan el color amarillo, rojo y anaranjado a los vegetales y aportan, prácticamente, el 50 por ciento de la vitamina A necesaria en la dieta. La vitamina A tiene efectos antioxidantes y antiinflamatorios que ayudan a proteger las células del daño sufrido y por tanto protegen la piel y evitan el envejecimiento cutáneo.