La inflación en Estados Unidos marcaba el pasado viernes niveles estratosféricos y desconocidos desde 1982 para la economía del país. Hablamos de un repunte mensual de 8 décimas que deja tasa interanual, al cierre del mes de noviembre en un avance del 6,8%, frente al 6,2% registrado en el pasado mes de octubre.
Los efectos de la pandemia están impactando sobremanera en los precios, con avances más que significativos en los precios de la energía, la alimentación y también la vivienda. Y es que la elevada demanda, con un aumento de consumo exponencial por parte de la población que se une a los cuellos de botella de la cadena de suministros, encarece el IPC.
Materias primas al alza que también han propiciado que el repunte, probablemente considerado como transitorio comience a cambiar la expectativa de la FED para dar paso, sino a una estructuralidad de las cifras, sí a un periodo en el que los precios, de forma coyuntural será más agresivamente alto y durante más tiempo.
Todo esto nos mantiene pendientes de la reunión de la Reserva Federal de dos días esta semana en la que el mercado espera una reducción más drástica de la compra de activos, hasta los 30.000 dólares al mes, con toda probabilidad a partir del próximo mes de enero. Y a futuro también significa una más pronta que tarde subida de tipos, la primera, que se espera en primavera de 2022, de las tres que ahora mismo descuenta el mercado.
Y es que no solo en esta inflación en Estados Unidos suben con fuerza los elementos más volátiles, como la energía y los alimentos. Es que la tasa subyacente que los excluye muestra que el coste de los servicios también se encarece, aunque con la mitad de fuerza. Hablamos de un IPC ex energía y alimentos frescos que sube un 0,5% en noviembre, hasta el 4,9% que marca su crecimiento anual más rápido desde 1991.
Sin embargo, a pesar de las cifras, los inversores impusieron, aunque con moderación eso sí, los avances el pasado viernes cerrando una semana positiva en todos los indicadores, con alzas de hasta el 4% en el Dow Jones y máximos históricos para el S&P 500.
Las razones que pueden pesar sobre los inversores a la hora de decantarse por las compras son varias. La primera es que, a pesar de que la inflación se colocó ligeramente por encima de lo esperado, el mercado ya había descontado un récord en ese avance. Nada peor para Wall Street que lo incierto e inesperado, por lo que la reacción se saldó con menores compras, pero en positivo.
La segunda es su posicionamiento con respecto a lo que pueda hacer el miércoles la FED. Se espera, como acabamos de ver, que la Reserva Federal retire con más fuerza los estímulos, para evitar mayores presiones inflacionistas, pero no de forma radical, sino más moderada de lo que el mercado había previsto si se incrementaban los precios hasta las nubes, como los actuales.
El tercero es que el techo de la inflación, si no ha llegado ya y pasará del 7% el próximo 12 de enero cuando se publica la cifra de diciembre, sí puede estar muy cerca. Se debe sobre todo a la evolución de algunas variables. Y es que, se están moderando las subidas en dos partidas que se han incrementado de forma significativa en los últimos meses.
Hablamos de los billetes de avión y de los coches usados. Ese incremento menor de lo esperado, dicen los expertos que puede ser indicativo de que las subidas pueden estar alcanzando ya niveles máximos, para, desde ahí, comenzar un descenso en meses posteriores. A esto se suma también la caída de los precios de la partida más inflacionista, la energía con el recorte de los precios del petróleo desde los máximos del ejercicio.
A pesar de todo, la inflación se convierte ya, en el principal problema para la recuperación en Estados Unidos, porque se espera, con los datos de solicitudes de subsidio de desempleo que marcan su nivel más bajo en 53 años, que las cifras de crecimiento, del PIB al final de 2021, experimenten un gran repunte tras las discretas cifras del tercer trimestre.