En lo que va de año, el Índice Nikkei 225 acumula un rally de en torno al 20%. Llama la atención que supere los 40.000 puntos, una fortísima subida como consecuencia de un incremento en la inversión de capital durante el cuarto trimestre de 2023 (un 16,4% más). Esto genera una situación muy optimista, pues provoca que el PIB se revise al alza y que la economía japonesa logre evitar un proceso de profunda recesión.

El Gobierno de Japón prevé declarar el fin de la deflación, a raíz de la subida de precios. Todo ello en un contexto en el que las bolsas europeas se mantienen estables o suben muy ligeramente en porcentajes en torno al 0,1%.

Alemania anunció que su PIB nacional era de 4,12 billones de euros en 2023, mientras que el PIB nominal de Japón en 2023 fue de 591,48 billones de yenes (unos 4,2 billones de dólares), lo que demuestra la expansión ilimitada de la economía nipona.

Un activo de inversión

Con los datos del Índice de Confianza de la IED de AT Kearney 2022 en la mano, se puede asegurar que Japón es la cuarta economía más atractiva para la inversión extranjera. El objetivo de este país no es otro que abrirse a negocios extranjeros, crear un entorno inmejorable para los nuevos inversores y mantener su posición de liderazgo en materia de tecnología avanzada e I+D. Además, su mano de obra altamente cualificada y su eficiente poder adquisitivo, relanzan al país nipón a una posición estratégica.

Las barreras que encuentran los inversionistas son fundamentalmente de tipo demográfico, lingüístico y cultural, existiendo una competencia internacional restringida y marcada por una cultura empresarial local. Si bien es cierto, la modificación de la Ley de Divisas y Comercio Exterior (Forex Act), permitió reducir el umbral de propiedad para notificar la preaprobación gubernamental, pasando para los inversores extranjeros del 10% al 1% en sectores que suponen un riesgo para la seguridad nacional.

Factores clave

Los inversores encuentran en la Bolsa de Japón un aliciente, debiéndose el repunte fundamentalmente a la debilidad del yen en el mercado de divisas. La cotización del yen frente al dólar se mantiene en mínimos de tres meses (por encima de los 150 yenes por cada dólar). No obstante, la política monetaria japonesa se mantiene sin cambios destacados.

A esto se le suma la decisión del Banco Central de Japón de mantener un tipo de interés de referencia en -0,1%, sin cambios desde enero de 2016. De este modo, seguirá aplicando su política de control de la curva de rendimientos de la deuda pública. Esto hace que el país se sitúe en una posición competitiva favorable frente a otros países asiáticos.

Así pues, la rentabilidad del bono de Japón a 10 años aumentará considerablemente en relación con el nivel objetivo, a la par que se consolidan las compras de bonos soberanos a gran escala.

La evolución ascendente del Nikkei 225 va de la mano con la entrada en recesión técnica de Japón. Y es que la Oficina de Gabinete del Gobierno informó que el PIB nacional registró, durante el cuarto trimestre de 2023, una contracción del 0,1% con respecto al trimestre anterior (en ese momento retrocedió un 0,8%).

Hay que tener en cuenta que en 2023, la expansión de la economía japonesa fue del 1,9%, superando el 1% de 2022. Esto se traduce en unas cifras nominales de crecimiento del 5,7% para 2023 y del 1,3% para 2022.

Invertir en Japón se ha convertido en casi una obligación para los principales inversores, una cartera fundamental, ya que es líder en tecnología punta e I+D (consolida la gran mayoría de las patentes mundiales), consolidando su estabilidad durante décadas. Además, su ubicación geográfica le permite tener un ingreso más expedito a otros mercados asiáticos, fijándose un entorno de negocio favorable y reforzado por un sistema político estable.

De igual modo, la fuerza laboral posee un alto nivel de formación, siendo los empleados considerados como gran compromiso con su empresa. Además, el envejecimiento de la población supone una gran oportunidad para productos y servicios a grupos de mayor edad (sanidad, productos farmacéuticos y ocio, etc.).

Una mirada recelosa al pasado

Los inversores aún tienen en mente la denominada ‘década pérdida’, el crack bursátil que afectó a Japón en 1989 y que fue de la mano del estallido de la burbuja inmobiliaria y de crédito. A finales de los años 80, se generó el estallido y el valor se redujo considerablemente un 40%, ampliándose hasta el 63% en dos años. En 1997 llegaría la quiebra de las entidades bancarias.

El país se vio obligado a apostar por un crecimiento débil, una baja inflación y una política monetaria flexible, denominada ‘japonización de la economía’. Y es que pese a todo, hay que mirar al futuro con optimismo, pero con cierta prudencia. Y es que el país experimentó un crecimiento en 2023 del 1,9%, fundamentado en el buen desempeño del primer semestre. Después se han sucedido dos contracciones en los trimestres posteriores.