UNA ECUACIÓN DIFÍCIL PARA EL BCE
Así que mientras España sigue, desesperadamente y en vano, luchando por evitar convertirse en el cuarto miembro de la Eurozona en solicitar un rescate, el acontecimiento de la semana tendrá lugar el miércoles con motivo de la reunión del Banco Central Europeo, en la que decidirá sobre los tipos de interés y actualizará, previsiblemente a la baja, sus previsiones macroeconómicas. El BCE podría retrasar e incluso poner en entredicho su actual escenario de un repunte de la actividad en
2012 y augurar una fuerte contracción del PIB en el segundo trimestre.
Los datos macro de las últimas semanas en la Eurozona han sido especialmente malos y el desempleo de la región alcanza niveles récord, mientras que la inflación parece bajo control (con la excepción de Alemania, no ha habido inflación salarial y los precios del petróleo,a la baja alivian la presión inflacionista), de modo que el aumento del desempleo, la caída de la inflación y la inestabilidad financiera son los tres argumentos que podrían justificar un simbólico recorte de tipos. Sin embargo un recorte de tipos que no se combine con un paquete de ayuda paneuropeo a la banca bancos (algo que no veremos antes de la cumbre europea posterior a las elecciones griegas previstas para el día 17 de este mes) podría ser visto como un gesto vacío e inútil. En pocas palabras, una ecuación difícil para el BCE, al que solamente queda el recurso de mantener la presión dialéctica sobre la necesidad de un mayor compromiso de los gobiernos en la solución a la crisis europea.
El mismo día conoceremos el anuncio de la decisión del Banco de Inglaterra sobre sus tipos de interés y el jueves, en Estados Unidos, seguiremos de cerca la intervención de Ben Bernanke ante el Congreso, que se produce en un momento en el que también aumenta la demanda de medidas de estímulo sobre la Fed, tras el último mal dato de creación de empleo y el miedo a que un empeoramiento de la crisis europea afecte a la economía norteamericana. Ben Bernanke podría darnos alguna pista sobre la posibilidad de extender la "operación twist", un retraso en la fecha estimada para comenzar a subir tipos o incluso una tercera entrega de la saga QE.
LA PRIORIDAD: RESTABLECER LA ESTABILIDAD FINANCIERA
La lectura positiva de la actual situación es que constituye un incentivo eficaz para que los gobiernos intensifiquen sus esfuerzos para estabilizar el sector bancario. A pesar de que los titulares se los lleva el crecimiento, incluso hacer declaraciones a favor del crecimiento se ha convertido en algo parecido a declararse defensor de la paz mundial, la realidad es que el control del riesgo bancario en el corto plazo es un requisito previo necesario para detener el deterioro económico y esperar que el debate sobre el crecimiento pueda traducirse en acciones concretas. Si tenemos en cuenta que alrededor de dos tercios de la actividad productiva europea se financia con crédito bancario, restablecer la estabilidad financiera es un problema todavía más acuciante que la consolidación de las finanzas públicas. Hoy la mejor iniciativa en favor del crecimiento no consiste en proyectos de energías renovables o de infraestructuras, sino en la construcción de una infraestructura bancaria sólida que inspire confianza y financie la actividad económica. La intervención más apremiante en este sentido la tenemos en la banca española, donde serán necesarios fondos europeos y evitar el riesgo de pánico de los depositantes.
La urgente necesidad de una respuesta coordinada a nivel europeo se ve aumentada por la incertidumbre griega, nadie sabe si las elecciones el
17 de junio darán un resultado diferente al del pasado 6 de mayo, pero existe el riesgo elevado de que Grecia rompa con el resto de la Eurozona, una sitúación que podría a prueba la liquidez de bancos y estados. El actual aumento de las primas de riesgo es la medida más clara del costo de la indecisión política.
UN EJERCICIO DE AUTOCRÍTICA EN FAVOR DE LA SEÑORA MERKEL
Son crecientes las críticas y presiones contra Alemania, a la que se acusa de ser demasiado rígida y dogmática, una estigmatización que en ocasiones resulta contraproducente e injusta, dejando la impresión de que la culpa de lo que sucede actualmente es de Alemania y sus líderes, con la Sra. Merkel a la cabeza. Pero si somos rigurosos no podemos ignorar la propia arquitectura institucional de la unión monetaria y lo sucedido durante los últimos años. Al margen de que, entre otras cuestiones técnicas y fiscales, la prohibición de financiación monetaria a gobiernos está consagrado en el propio Tratado de Maastricht, que se debatió, firmó y ratificó por todos los gobiernos hace 20 años, parece injusto responsabilizar a Alemania de que Grecia haya estado en manos de un sistema de partidos corruptos que lograron el acceso a la Eurozona con cifras falsas, o de que España haya creado una acomodaticia burbuja inmobiliaria de tal tamaño que ahora colapsa su sistema financiero, o que Italia se haya entregado durante años a un primer ministro que dedicaba más tiempo a sus conquistas amorosas que a las tareas de gobierno. Aun siendo un tema complejo, parece un buen momento para preguntarse sobre las verdaderas responsabilidades en la génesis de la actual crisis.