En Oryzon Genomics nos hemos adaptado a este complejo escenario y hemos renovado la confianza de inversores nacionales e internacionales, realizando una ampliación de capital de 20 millones que blindan a la compañía ante incertidumbres de los mercados hasta inicios de 2023. Además, los últimos resultados trimestrales han sido positivos, en consonancia con la especificidad del modelo de negocio de una biotecnológica en fase de desarrollo, con un periodo largo de maduración de los productos y aun sin ingresos recurrentes. Así, hasta septiembre hemos incrementado nuestra inversión en I+D un 2% —hasta los 8,3 millones—, confirmando nuestra apuesta por el desarrollo clínico de nuestros fármacos.
2020 ha sido un año en el que ha quedado clara la importancia de la ciencia y la investigación farmacéutica para el desarrollo de vacunas y nuevos tratamientos. Ante una pandemia inesperada, la industria ha reaccionado para aportar soluciones. En un tiempo récord, centenares de compañías de todo el mundo han iniciado investigaciones para intentar frenar al virus. Hoy, con varias vacunas en fase de aprobación, empezamos a ver la luz al final del túnel. Aunque éste no es nuestro campo principal de investigación, por compromiso social, también Oryzon quiso aportar nuestro granito de arena y en abril recibimos la aprobación de la Agencia Española del Medicamento —por un procedimiento de urgencia— para llevar a cabo un ensayo clínico de Fase II, ESCAPE, con vafidemstat en enfermos graves de COVID-19.
Este estudio en curso evalúa la eficacia y la tolerabilidad del tratamiento combinado de vafidemstat con el tratamiento estándar utilizado, para evitar la progresión a Síndrome de Distrés Respiratorio Agudo. Un proceso autoinflamatorio agudo causado por “tormenta de citocinas”, una reacción desesperada de las defensas del organismo ante la infección que acaba provocando un fallo multiorgánico. Sabíamos que en las epidemias de Coronavirus ciertas citocinas juegan un papel relevante en el desencadenamiento de esta tormenta autoinmune. Vafidemstat, que había demostrado ser un fármaco seguro en población anciana, disminuía en modelos preclínicos estas citocinas. Además, experimentos independientes publicados en Nature han confirmado recientemente que nuestros inhibidores de LSD1 reprimen la liberación de estas citocinas en sueros de enfermos graves.
El desarrollo de ESCAPE se ha realizado en paralelo a los estudios que tenemos en marcha. De hecho, este año en Oryzon hemos logrado avances muy importantes, como la aprobación para iniciar PORTICO, un ensayo clínico de Fase IIb con vafidemstat en enfermos con Trastorno Límite de la Personalidad. También en cáncer hemos reportado avances con iadademstat en ALICE, el estudio en leucemia, con niveles de respuesta del 85% y remisiones que empiezan a ser muy duraderas en el tiempo.
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En este año de pandemia, surge una pregunta: ¿qué lecciones debemos aprender? Podríamos extraer muchas, pero me gustaría destacar una: la colaboración público-privada es crítica para investigar y avanzar en salud y en el desarrollo de nuevos fármacos, como ha quedado patente durante esta crisis sanitaria donde las vacunas han sido generadas por empresas biotecnológicas. Es imprescindible que las administraciones y la industria vayan de la mano para impulsar proyectos en el ámbito científico. Hemos visto como otros países se han volcado apoyando financieramente a sus empresas biotech que hoy están en la mente de todos como Moderna, BioNTech o CureVac. La situación en España es hoy, desafortunadamente, muy diferente. Las subvenciones a investigación de alto riesgo en las empresas han desaparecido en nuestro país y se sigue aplicando una política de concesión de préstamos basadas en rigidísimos avales que, en la práctica, cercenan la capacidad de movilizar fondos económicos para que nuestras empresas puedan responder a estos desafíos. Hoy se discute el destino de 72 mil millones de euros para reactivar y cambiar la economía de nuestro país, debemos hacernos la pregunta de qué sociedad y qué economía queremos legar a nuestros hijos. Hoy más que nunca es necesario impulsar un Pacto de Estado sobre la Ciencia que incluya de verdad a las empresas. La ciencia es un valor global en alza.