Ello anticipa un desplome de la actividad de abril a junio sin precedentes en tiempos de paz (-15% estima el BCE en su escenario más severo). En el caso de EEUU, la intensidad del ajuste fue más moderada (-1,2% trimestral o -4,8% en términos anualizados), fruto del retraso temporal en los ritmos de contagio con respecto a nuestro continente, aunque la caída del PIB ha sido similar a la del peor trimestre de la última recesión. De esta manera, el Covid 19 ha puesto punto y final a la expansión económica más longeva de la historia de EEUU (43 trimestres consecutivos).

En todos los casos, buena parte del descenso de la producción de bienes y servicios ha venido de la mano de una importante caída de la demanda interna. En EEUU, ha sido fruto del rápido ajuste de la inversión en bienes de equipo (-15,2%) y del primer descenso en el gasto privado en una década (-7,6%), lo que ha llevado a un nada usual incremento de la tasa de ahorro de las familias del 7,6% al 9,6% de la renta disponible. Precisamente, el comportamiento del ahorro precaución cuando termine la crisis será una de las claves que determinarán el perfil de la recuperación. Aunque lo que no deja de sorprender, en un país con casi 3 billones de dólares acumulados en programas fiscales de rescate, es que el presidente de la Fed haya vuelto a pedir un incremento del esfuerzo fiscal. En particular, le preocupan los siguientes aspectos: i) la incertidumbre que aún envuelve el desarrollo de la pandemia; ii) que se elimine capacidad productiva; iii) la dimensión global de la crisis; y iv) el deterioro de la empleabilidad de los trabajadores en paro.

En España, los datos de PIB del primer trimestre (-5,2% trimestral y -4,1% interanual) estaban en el rango de previsión, sobre todo, después de que la EPA certificara un descenso del 4,5% en el número de horas trabajadas y que las ventas del comercio minorista experimentasen en marzo el peor registro de toda la serie, con un descenso del 12,6% interanual. El retroceso trimestral del PIB se explica, casi por completo, por el deterioro de la demanda interna, que aporta 4,9 puntos negativos, lastrada, sobre todo, por el consumo de hogares (-7,5%) e inversión en construcción (-9,6%), mientras que la inversión en equipo cae con mucha menos intensidad (-3,6%); tan sólo el gasto de las AA.PP. se mantiene en terreno positivo (+1,8%). En cuanto a la demanda externa, detrae otras tres décimas al crecimiento del PIB, como resultado del retroceso, en la misma cuantía (-8,4%), tanto de exportaciones como de importaciones. Por el lado de la oferta, sobresale el deterioro de la construcción, cuyo VAB se reduce un 8,6%, y los servicios (-4,1%), especialmente las ramas que se han visto más afectadas por el confinamiento de la población: comercio, transporte y hostelería (-9,7%) y actividades artísticas y recreativas (-10,7%). Mientras, en los datos de empleo, en estos momentos, teniendo en cuenta la reducción de jornadas de trabajo, es más relevante analizar las horas efectivamente trabajadas, en lugar de los puestos de trabajo equivalentes a tiempo completo (PTETC). En este sentido, dichas horas han caído un 5% trimestral (-1,9% en términos de PTETC), que es el peor registro de la serie: la diferencia entre PTETC y horas se debe a la fuerte reducción en la jornada media a tiempo completo (-3,1%).

Además, en el primer trimestre, la caída del PIB nominal en tasa interanual (-2,9%) se ha visto frenada por el aumento del deflactor en un 1,3%. Pero la tendencia no va a ser la misma en el resto del año, teniendo en cuenta que, con los datos preliminares, la variación anual del IPC fue del–0,7% en abril, siete décimas por debajo de la registrada en marzo, influida, en su mayor parte, por el descenso de los precios de los carburantes y combustibles. Por su parte, el IPCA disminuye su tasa anual siete décimas y se sitúa en el – 0,6%. Como curiosidad, el INE ha construido una nueva cesta formada por productos del Grupo especial bienes COVID-19 (incluye los productos de alimentación, bebidas, tabaco, limpieza del hogar, comida para animales y cuidado personal) que han aumentado un 1,2% en abril, respecto al mes anterior, y la tasa anual se eleva al 3,2%, más de un punto por encima de marzo. Mientras, los servicios COVID-19 (incluye los servicios de alquiler de vivienda y garaje, la distribución de agua, alcantarillado, recogida de basuras, gastos comunitarios, electricidad, etc), disminuyen un 1,4% en abril respecto a marzo y la tasa interanual cae al - 4,3%, como consecuencia de la bajada de los precios del gasóleo para calefacción y la electricidad.

¿Cómo afectará este panorama al empleo?

La EPA del primer trimestre ya ha ofrecido alguna señal, aunque la afiliación del mes de abril que se publicará la semana que viene reflejará mucho mejor la situación actual. De momento, se puede decir que los ERTES están amortiguando el efecto sobre el mercado laboral, no sólo en España. Los datos agregados en Europa superan los 30 millones de ciudadanos con esquemas de suspensión de empleo, con 10 millones en Francia, 6 millones en Italia o 4 millones en España. Pese a ello, la ocupación se redujo en el primer trimestre un 1,4% trimestral (-285.600 empleos), la mayor destrucción de puestos de trabajo en un primer trimestre desde 2013 (-93.500 en 2019), aunque el confinamiento sólo afectó a las dos últimas semanas del trimestre. No obstante, la gravedad de la situación es más evidente en: ocupados que no han trabajado en la semana de referencia (+509.800, máximo histórico), ya que incluye a los afectados por ERTEs, en las horas efectivas trabajadas (-4,25%, la mayor caída desde 2009) o en el aumento de inactivos (+257.500 personas, también la cifra más alta en este periodo), que incorpora a trabajadores que han perdido su empleo, pero no han podido ser clasificados como parados. De la misma manera, el ajuste del empleo temporal (-255.300 vs -30.700 los indefinidos) vuelve a poner de manifiesto dónde está la principal debilidad del mercado de trabajo español y cuál puede ser la principal amenaza para los próximos trimestres.

En este contexto, el BCE ha hecho lo correcto, ampliar sus operaciones de financiación (con una mejora de las condiciones) y asegurar que no permitirá un aumento de la fragmentación en la zona euro, lo que implicará un aumento del tamaño del programa de compras en los próximos meses.

Estudios y análisis de Bankia