Joaquín Gómez, CEO de Lime-XL, nació en España pero desde pequeño vivió en Alemania, donde se formó y estudió hasta cuatro carreras. Decidió lanzarse al mercado económico, terminando en una multinacional que innovaba en la infraestructura digital de la región de Frankfurt. Finalmente, dejó su puesto para formar su primera startup.
Desde muy pronto se interesó por las nuevas tecnologías. “Las clásicas las tenía muy vistas y las veía un poco lentas. Veía que iba a cambiar bastante eso de contestar en cuatro días”. Él, a medio camino entre su vertiente psicóloga y económica, afirma que las personas “o las convences para ti o pierdes un potencial”, por lo que luchaba porque sus equipos no fueran como los de antes, sino más adaptados a los nuevos tiempos. De hecho, en alguno de sus proyectos, asegura, ha tenido que encajar dos generaciones en el mismo equipo de trabajo.
Joaquín Gómez está, desde hace unos años, entre Alemania y España, sufriendo de lleno los choques culturales entre ambas naciones. “Cuando estás aquí te das cuenta de lo poco calientes que son los contactos en Alemania. Pero aquí me pasa lo contrario: lo poco directo que es el español, te tantean como persona. Esa percepción mía sobre cómo se puede hacer negocio también cambió”. Eso sí, uno de los requisitos para un trabajador de su empresa aquí en España ha de ser un nivel bilingüe de alemán. “Pero no solamente es el idioma. También tiene que conocer cómo funciona la cultura alemana. Son mundos completamente diferentes”.
El motivo por el que entraron en España fue por un proyecto con Lufthansa, un ejemplo de su amplia relación con aerolíneas, pasando por Spanair o Air Madrid, por ejemplo. “Para mí lo más fascinante siempre han sido las líneas aéreas porque en un espacio tan pequeño tienes a un cliente que no puede moverse, no tiene otra opción, lo cual le abría muchas puertas para operar con esa premisa.
Explica que trabajan principalmente en dos situaciones diferentes. Una en la que hacen de mediadores entre el cliente y el proveedor. “Son proyectos tan grandes que quien me contrata no quiere perder tiempo entre los que trabajan cada día y los que tienen que traer un servicio para innovar en software o en producción”. Y el otro caso son empresas “que están con esas ganas de ver que los instrumentos que hay hoy en día son para ellos un potencial de innovación”. Y ese plan de innovación, asegura, es esencial: “No puedes empezar a pensar en el futuro de una empresa sin tener un plan de innovación”.
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