La población mundial aumentará hasta alcanzar los 9.000 millones de personas en 2050 y las previsiones apuntan a que un 98% de este crecimiento procederá de los países emergentes
Los datos de entidades como el FMI o la OCDE confirman la importancia de este factor para las economías. Estos datos sugieren que, para los países del G20, la deuda expresada como porcentaje del PIB podría alcanzar el 300% si consideramos los costes de los cambios demográficos hasta 2050.
Por otro lado, las empresas se verán directamente afectadas en dos de sus necesidades básicas: la contratación de recursos humanos y la venta de sus servicios o productos. En el mundo desarrollado, a medida que la población activa envejece, las empresas tendrán que pensar, por ejemplo, qué funciones se podrán adecuar a los empleados de mayor edad o bien empezar a contratar en nuevos mercados. Asimismo, tendrán que tener en cuenta tanto las nuevas pautas de consumo que resultan del envejecimiento de la población como las de los consumidores de los mercados emergentes, y anticiparse a sus efectos en ámbitos como la distribución y el poder de compra.
Creemos que las empresas que se anticipen a las consecuencias derivadas de los cambios demográficos y consigan adaptar su modelo de negocio tendrán mayores probabilidades de éxito en el futuro.
La capacidad de poner en perspectiva el crecimiento de los beneficios de las empresas a medio y largo plazo —comprendiendo la interacción entre factores macroeconómicos coyunturales y tendencias demográficas— es, por tanto, fundamental para conseguir una inversión sostenible y rendimientos por encima de la media del mercado.