Tan solo es necesario remontarse unas semanas atrás para que una subida de tipos por parte de la Fed en septiembre fuese más que probable. Sin embargo, la balanza parece haber cambiado de lado ahora y apunta a que la Fed podría volver a aplazar esta decisión.
En las últimas semanas, el mercado de valores americano ha experimentado ventas, los costes de los préstamos corporativos se han incrementado y el dólar se ha mantenido fuerte. Todo esto equivale a un endurecimiento de las condiciones financieras que tendrá un efecto en la economía similar a una subida de tipos.
Si se produjese una subida de tipos en septiembre, esto sorprendería a los mercados financieros, que es precisamente lo que la Fed trata de evitar. No obstante,
no hace falta tener mucha imaginación para ver como esto podría convertirse en una profecía autocumplida: la Fed no subirá los tipos porque el mercado no espera que suban. Esta espiral es preocupante. Si los mercados financieros empiezan a pensar que la Fed está esperando a que ellos le den pie para empezar a subir tipos, entonces todo empieza a estar del revés.
Es de justicia de cara a la Fed, reconocer que la economía no está precisamente pidiendo a voces una subida. La inflación sigue bastante más baja que el objetivo fijado por el banco central, el crecimiento de los salarios no ha repuntado como se esperaba y hay motivos de peso para pensar que el mercado laboral podría mejorar aún más. No obstante, no se puede negar el hecho de que el desempleo está muy cerca de los niveles que tradicionalmente se han considerado como de pleno empleo. Y aún más, se entiende que la política monetaria ha de mirar al futuro: no se espera que se materialice la inflación antes de subir tipos, si no que por el contrario se intenta atajarla mientras esta existe. Estos son los argumentos que utilizan algunos miembros de la Fed impacientes por llevar a cabo una subida de tipos. Sin embargo, estos no son los más influyentes.
En términos macroeconómicos, existe poca diferencia entre subir los tipos en septiembre y hacerlo en diciembre.
Sin embargo, lo que es más importante es que la fecha de la primera subida aclarará hasta qué punto es la Fed susceptible a los datos económicos y por tanto, probablemente también esclarecerá el camino que los tipos seguirán en el largo plazo. La Fed parece estar pensando que subir los tipos en septiembre en lugar de hacerlo en diciembre podría lanzar al mercado el mensaje de que son más agresivos con sus decisiones de lo que realmente son.
Otro de los motivos por los cuales la Fed podría querer subir los tipos es para tener margen para volver a bajarlos si se produjese otra crisis financiera.
Después de todo, las turbulencias que hemos visto a nivel global en las últimas semanas y meses no hacen más que señalar la fragilidad de la recuperación mundial. No obstante, no está claro que el hecho de subir los tipos y luego volver a bajarlos vaya a proporcionar más estímulo a la economía que simplemente mantenerlos en niveles bajos. Por tanto, considerando todos estos elementos, hay poca necesidad de cortar las alas una inflación que no está precisamente levantado vuelo. En definitiva, parece que la Fed ha decidido quedarse con lo malo conocido.
Luke Bartholomew, gestor de renta fija en Aberdeen AM