La inflación no solo se ha mantenido sistemáticamente por debajo del objetivo del banco central desde 2013, sino que la inflación subyacente se ha situado por debajo de su objetivo durante la última década. También se ha mantenido persistentemente por debajo de las expectativas de inflación a medio plazo de los mercados, a juzgar por la previsión de punto de equilibrio de inflación a cinco años.
Tras haber pecado constantemente de optimistas, las expectativas de inflación han ido cayendo poco a poco, hasta situarse por debajo del nivel objetivo del BCE.
Esto quiere decir que, desde 2015, los mercados no han creído que la inflación vaya a regresar al rango objetivo del BCE próximamente, lo que plantea un problema de credibilidad para el regulador respecto de su objetivo de inflación; una situación que también ha vivido el Banco de Japón.
Asimismo, implica que la única manera que tiene el BCE de defender la credibilidad de su marco de objetivos de inflación es mantener una postura notablemente acomodaticia durante el tiempo que sea necesario para que las expectativas de inflación vuelvan a alinearse con su objetivo. Esto podría llevar mucho tiempo.
En definitiva, unas expectativas de inflación bajas ponen de manifiesto la incredulidad de que esta variable vaya a repuntar de manera notable en un futuro próximo.