Los fabricantes de coches están aprovechando la crisis del chip. Sí, han oído bien: aprovechando, no sufriendo.
No lo digo yo, lo dice, sotto voce, eso sí, parte de la industria auxiliar y proveedores en general de las grandes marcas, que denuncian que están aprovechando lo que no pudieron hacer en la pandemia: reducir costes laborales, liquidar stocks, dar preferencia a los modelos más rentables y aplazar lanzamientos hasta tener todos sus autos almacenados vendidos.
Toda la sociedad sabe que ir ahora a un concesionario a comprar un automóvil es algo desesperante. Reciben al cliente casi con condescendencia y le dan unos plazos de entrega inaceptables, pero seguramente le puedan encontrar un vehículo disponible en alguna carpa que tiene que poco menos que sobre la marcha si lo quiere.
Sin duda, la industria del auto refutaría estas teorías, pero lo cierto es que Ford acaba de anunciar el fin del turno de noche y confirmó que siguen sin nuevos modelos para fabricar a la vista.
Es decir, ha pasado del ERTE de la pandemia al ERE de la crisis de los semiconductores.
Por seguir con el caso de Ford, la compañía ha presentado caídas de ventas en España por culpa de la pandemia, pero sorprendió al mercado con unos resultados globales de 3.823 millones de dólares de beneficio. El año pasado perdió 876. El consejero delegado de Ford afirmó que se debía a la gestión “magistral” de la compañía.
La asociación valenciana de Industria de Automoción reconoció que esta decisión tendrá impacto ya en los proveedores. Pero tampoco ha hecho demasiado ruido.
Yendo a otra marca, la misma Toyota afirmó hace poco menos de una semana que la escasez de chips les obligó a reducir su producción, a la vez que comunicaba un incremento del beneficio bruto del 194%.
Parece claro que la crisis de los chips les ha permitido en general a los grandes fabricantes dar un fuerte apretón por el lado de los costes y también del de la clientela, a sabiendas de que la demanda se recupera.
Algo parecido a la situación que vive la ciudadanía, que contempla esperanzada la progresiva salida de la pandemia (crucemos los dedos), pero se encuentra con unos precios energéticos desbocados, sin que nadie sepa dar una explicación racional ni mucho menos aportar una solución.
El auto es una cuestión vital en España. Es el principal ramo exportador de la economía y tiene grandes plantas por toda la geografía, circundadas por un enorme ecosistema de proveedores. Tal vez sería un momento de que los políticos entraran en escena y plantearan soluciones, pero eso parece casi ciencia ficción en los días que corren.