Si aterrizamos esta situación al mercado laboral en España, podríamos hacer el mismo proceso; aumenta la afiliación y la tasa de paro parece que se reduce. Todo bien, nada que ver, circulen. Pero esto sería reducir al mínimo la capacidad de análisis e intentar obviar la realidad de nuestro mercado de trabajo, elemento fundamental por el impacto socioeconómico y psicológico en la vida de las personas, tanto de la población activa, de los desempleados, como de los que se incorporarán al mercado en los próximos años. Que no se nos olvide, que el trabajo es fuente  de generación de riqueza, de realización personal, medio para obtener ingresos con los que sacar adelante un proyecto vital y para otros un simple peaje para sobrevivir. Independientemente de lo que para cada uno signifique el trabajo, la gran mayoría de la sociedad lo necesita para vivir y el propio Estado necesita que la gente trabaje para poder mantener su estructura. 

Así pues, el mercado laboral español ha mejorado notablemente en términos generales desde que a finales de 2012 e inicios de 2013 tocara fondo el ajuste tras el estallido de la crisis en 2008 arrasando con cerca de 4 millones de empleos. Sin embargo nuestro mercado de empleo tiene serios desequilibrios y riesgos sobre los que prácticamente nadie quiere hablar.

1. Desindustrialización
Desde hace años se habla de la necesidad de reindustrializar Europa, y España. Sin embargo, el peso de la industria sobre el PIB español se reduce año tras año, siendo la tendencia desde el año 2000 claramente bajista situándose ya por debajo del 15%. La industria es clave para el bienestar de la sociedad fuera de las grandes ciudades y centros de servicios. Es el eje vertebrador que permite a los pueblos y pequeñas ciudades seguir siendo atractivos para que las personas puedan asentarse y desarrollar sus proyectos de vida. Por otra parte, es fuente de empleo estable y necesaria para absorber a profesionales cualificados y no cualificados con relativamente buenas condiciones bajo el amparo de una negociación colectiva sólida. La industria por otra parte es el motor de la productividad, de la inversión en innovación y una oportunidad para desde una pequeña localidad distribuir a nivel global.

2. Dimensión de las empresas
Otro de los problemas de nuestro tejido empresarial es la dificultad para que las empresas crezcan. Por aterrizar datos sobre la situación en España:

  • Solo el 0,1% de las 3.340.663 empresas que había en España a 31 de Diciembre de 2022 tenían más de 250 empleados.
  • Solo el 4% del total de empresas en España tiene más de 10 empleados.
  • El 56% de las empresas en España no tiene trabajadores y no tiene un volumen de negocio suficiente para poder sufragar el coste de un nuevo empleado.
  • En 2022 volvió a caer el número de empresas industriales respecto a 2021. 2023 sigue la misma tendencia.

¿Y porqué son preocupantes estas cifras? Porque denotan la incapacidad de ser más productivos, de llegar a más mercados, menor ventaja a la hora de acceder a la financiación y a la innovación. Por tanto, menor capacidad de garantizar y mantener la competitividad que en última instancia se traduce en empleo estable, de calidad y bien remunerado.  No quiere decir esto que todas las empresas tengan que crecer, pero si debe existir medios, recursos y facilidades para aquellas que tengan la capacidad y el conocimiento.

3.    Edadismo y paro de larga duración
Está de moda la ESG, Responsabilidad Corporativa, Diversidad e Inclusión, pero la realidad es que el 57% de los desempleados en España lleva más de 12 meses sin encontrar empleo. De los 2’7 millones de desempleados, 600.000 llevan más de 3 años sin poder acceder a un empleo. La ausencia de un trabajo implica un riesgo psicosocial elevado para cualquier sociedad avanzada ante la incapacidad de las personas de sentirse realizadas por ellas mismas. Si queremos hablar solo en términos económicos, son individuos o unidades familiares que no pueden consumir los bienes y servicios necesarios para llevar un estilo de vida normal. Desde cualquiera de los prismas, es un fracaso tener un paro de larga duración estructural que afecta principalmente al segmento de empleados de entre 45 y 63 años. Contratar una persona en desempleo no es contratar la opción menos válida.

4. Polarización del mercado laboral por las nuevas formas del trabajo
El mercado laboral evoluciona al ritmo más rápido de la historia reciente de la economía. El comercio global y las nuevas tecnologías provoca que los ciclos disruptivos sean cada vez más frecuentes, surgen nuevas empresas y mueren empresas a un elevado ritmo, lo que se traduce en nuevas oportunidades pero en un aumento de la inestabilidad en las carreras profesionales. Del mismo modo, la tecnología trae el beneficio de dotar de flexibilidad a las relaciones laborales, sin embargo, la mayoría de los empleos no son susceptibles de ser efectuados en remoto ya que la naturaleza del trabajo es inherente a la presencialidad. 

Esta situación esta creando dos realidades distintas tanto en las propias empresas como en la sociedad, puesto que empleados residentes en España acceden a mayores salarios al trabajar para compañías a nivel global. 

5.  Desconexión de la formación con la realidad empresarial
La evolución natural del mercado laboral lleva a la creación de nuevos puestos de trabajo y a la desaparición de otros empleos. Sin embargo, las tendencias entre los deseos e inquietudes formativas de los jóvenes, están desligadas de las demandas reales de las empresas, principalmente dentro del sector industrial. Se ha ensalzado la formación universitaria por encima de la formación profesional, desprestigiando la formación en oficios con salarios incluso superiores al promedio de los titulados universitarios. La toma de decisión formativa en muchas ocasiones lleva a que muchos jóvenes se formen durante años en un ámbito que en el pasado les interesó, pero que no sabemos si en el futuro será siendo útil para la sociedad y las compañías.

6. Costes de contratación
Hemos asistido en los últimos años a un incremento brutal de la carga impositiva sobre la actividad económica y también de las cargas sociales del trabajo. El aumento de los costes, la inflación generalizada y una reducción del margen en un entorno de bajo crecimiento son los principales problemas que enfrentan las empresas al que se suman unos costes laborales en aumento, y que todavía algunos esperan que aumenten y presumen de ello gravando a los empleados con mayores salarios (De los cuales andamos escasos respecto a nuestros vecinos europeos). Del mismo modo, el SMI ha subido a un ritmo elevado, sin ningún tipo de distinción, y es donde reside el problema. El SMI es ridículo para una ciudad como Madrid o Barcelona y para una gran compañía, sin embargo España es un país de pequeñas empresas. Evidentemente el impacto que este ha tenido en pequeñas compañías de provincias es infinitamente superior a lo que el legislador, desde Madrid, sin haber pisado un polígono de un pequeño pueblo puede imaginar.