Las empresas cotizadas españolas han repartido un total de 22.278 millones de euros en dividendos en los ocho primeros meses del año, según los datos proporcionados por Bolsas y Mercados Españoles (BME). Este reparto representa un aumento del 16,8% en comparación al mismo periodo del año anterior.
Es importante destacar que en tan solo ocho meses del año, el total de dividendos repartidos supera los datos de los años 2020 y 2021, que fueron afectados por la excepcionalidad de la pandemia. Asimismo, las empresas cotizadas se encuentran en camino de superar los dividendos repartidos en todo el año 2022, cuando se alcanzó la cifra de 25.973 millones de euros.
En el mes de agosto, las cotizadas españolas repartieron un total de 566 millones de euros en dividendos, una cifra sensiblemente inferior al reparto de 2.570 millones registrado en agosto de 2022. Es importante tener en cuenta que este descenso es especialmente notable si consideramos la "lluvia de dividendos" registrada desde abril, mes en el que se distribuyeron la gran mayoría de los dividendos del año.
En abril se repartieron 5.738 millones de euros, seguidos de 4.589 millones en mayo, 1.449 millones en junio y 7.282 millones en julio. Estos datos demuestran el gran impulso en el reparto de dividendos durante los últimos meses y reflejan la solidez de las empresas cotizadas españolas.
El aumento en el reparto de dividendos por parte de las empresas cotizadas españolas es una señal positiva para los inversores. Esto demuestra la confianza de las empresas en su capacidad para generar beneficios y su compromiso con los accionistas.
Los dividendos son una parte importante de la rentabilidad que los inversores obtienen al invertir en acciones. El hecho de que las empresas estén repartiendo más dividendos que en años anteriores indica un mayor potencial de ganancias para los inversores.
En resumen, las empresas cotizadas españolas han repartido más de 22.000 millones de euros en dividendos en los primeros ocho meses del año, superando los datos del año anterior. Este aumento refleja la solidez de las empresas y la confianza en su capacidad para generar beneficios. Además, es una señal positiva para los inversores, que pueden esperar una mayor rentabilidad al invertir en acciones.