La guerra de Rusia contra Ucrania ha dado un vuelco de 360 ​​grados a la situación económica. Tras un 2021 que se ha quedado lejos de lo que se esperaba en lo que a la recuperación se refiere, el último de la pandemia nos dejaba en la puerta de casa, en todo el mundo, un grave problema de expansión. Las derivadas de una sobredemanda con una oferta limitada han creado unos cuellos de botella que han servido de caldo de cultivo para el incremento de las materias primas. Y ante ello, los bancos centrales han comenzado a retirar su ultraexpansiva política monetaria, ahora acuciada por las presiones inflacionistas.
En este entorno, llegó el conflicto armado que ha multiplicado exponencialmente los niveles de precios de las commodities y las tasas de inflación, que, según lo esperado, seguirán subiendo hasta cotas desconocidas en 40 años a uno y otro lado del Atlántico.
Una situación que pone sobre la mesa si el impacto económico reducirá a tal nivel el crecimiento que provocará una estanflación, mínimo creciente e incluso negativo con inflación disparada. Los bancos centrales empiezan a luchar contra los precios dejando de lado las compras de deuda y en Estados Unidos y Reino Unido subiendo los tipos y en compás de espera en el BCE a la espera del impacto en la economía de esa retirada de las compras de bonos.
Lo cierto es que la OCDE coloca a Europa como la zona más castigada del mundo en una primera lectura de los efectos hasta ahora de la guerra, con caída del 1,4% en el crecimiento de la eurozona, lo que, a su vez, potencia la inflación que sumara algo más de un 2% por el camino
Trigo, fertilizantes, níquel, maíz, paladio, aluminio, mineral de hierro, platino, Zinc y plomo son, por este orden, las materias primas que más han crecido en su precio y su efecto es devastador para el consumo, la agricultura, los componentes del automóvil, la industria en general y los semiconductores en particular. Todo ello sin entrar en el repunte del petróleo y el gas.
Y se pone sobre la mesa, el paso extremo: la recesión, ese crecimiento negativo latente y persistente durante dos trimestres y más allá. Desde el BCE dos son las voces que se han pronunciado en contra. Por un lado, el vicepresidente Luis de Guindos que niega una entrada en recesión en Europa, aunque reconoce que se incrementará la incertidumbre económica. Ni en el escenario más severo, contempla esa posibilidad. Inflación alta y crecimiento medio de la UE que se quedará, según sus estimaciones en algo más del 3%, en concreto al 3,2%.
Una opinión que comparten los analistas de JPMorgan que no ven recesión debida sobre todo a las ganancias corporativas. No vislumbran esa posibilidad porque considerando que, a menos que el crecimiento del PIB se coloque por debajo del 1%, algo que no se contempla, se produciría una contracción de los beneficios de las empresas. Su visión por tanto es que además los bancos centrales actuarían para evitar un aumento significativo de los bonos por el camino. Así no esperan más caídas para los valores desde los niveles actuales, en un horizonte de más de un mes.
Es decir, en el caso del BCE, la idea que marcó en marzo es que sólo actuaría sobre la inflación por esa previsión estimada de crecimiento en la eurozona sólida del 3,2%, pero si fuera más allá de los analistas del banco de inversión considerando que sí actuarían.
Mientras en Estados Unidos, el presidente de la FED Jerome Powell señala que la probabilidad de recesión para el año que viene no es elevada, con demanda agregada fuerte, aunque también destaca la fortaleza, en contra, que muestra el mercado laboral con 1,7 puestos de trabajo disponibles por cada persona desempleada.
El respaldo llega de Morgan Stanley, indicando que las perspectivas económicas de EEUU son más brillantes de lo que muchos piensan, por varios factores, desde que los precios del petróleo están muy por debajo de los de 1970, que la inflación, a pesar de estar disparada, cambiará frente a las ganancias salariales a mediados de año, mejorando la demanda. Y un tercer factor, la capacidad de Estados Unidos para ser independiente en materia energética.
Su receta en los mercados, que los inversores deben ser selectivos, con paciencia, pero siendo oportunistas y buscando empresas de calidad a precios razonables que se beneficien de una economía resiliente. Su apuesta sector financiero, industria, energía, atención médica y servicios al consumidor.