Finalmente, el rescate de Espírito Santo no castigará a los depositantes. Este era el gran temor de los 75.000 clientes españoles de la entidad lusa, en su mayoría ahorradores. El negocio de los depósitos del BES se había multiplicado en nuestro país exponencialmente en los últimos años. Su agresiva oferta, con una rentabilidad muy superior a la que ofrece la banca española de media (2% en imposiciones normales, frente al 0,98 de media de las entidades españolas), disparó su crecimiento. Una actuación que ha quedado en entredicho después de haber salvado la nave gracias a la ayuda pública europea.
La caída de un imperio
En octubre de 2013 Pedro Queiroz, socio del expresidente del BES, denunció ante el Banco de Portugal irregularidades en el particular y complejo conglomerado de negocios de la familia Espírito Santo. Todas las sociedades de estos empresarios están tan entremezcladas entre sí, que cualquier crisis o contratiempo en una de ellas afecta, irremediablemente, al resto. Según sostuvo Queiroz, tanto ESI como Rioforte estaban emitiendo deuda que adquiría el BES. Este era el comienzo de la caída de un imperio. La investigación abierta por el propio Banco de Portugal se cobraba su primera víctima este mes de mayo, con la deslegitimación de Salgado al frente la financiera.
El pasado 1 de agosto la entidad era suspendida de cotización. El día anterior había presentado unos nefastos resultados empañados en unas pérdidas que se elevaban, en el primer trimestre del año, a 3.577 millones de euros. El efecto dominó había arrancado. Acto seguido su valor en Bolsa se desplomó en 42,7% (sus acciones han bajado un 85% desde el comienzo de la crisis).
La división en ‘banco bueno’ y ‘banco malo’ fue apoyada por la Comisión Europea como la mejor solución para evitar un descalabro financiero histórico. Se ha capitalizado la parte sana (Novo Banco), mientras que las filiales de Angola, Libia y Miami, los accionistas y tenedores de deuda subordinadas seguirán en BES y se quedarán con los activos tóxicos.
El cuento de hadas de Novo Banco, que contará con 70.000 millones de activos, tiene fecha de caducidad. Europa ha dado un plazo máximo de dos años al Gobierno luso para cerrar la venta de la nueva entidad; evitando así que sea el portugués de pie el que tenga que pagar el rescate.