Para conseguirlo, los nuevos líderes políticos tendrán que combinar una recuperación moderada con un cambio en el modelo de crecimiento del país. A pesar de haber puesto en práctica reformas indiscutibles, la economía ya no puede operar sobre una base completamente centralizada. En este sentido, el Banco Mundial ha sugerido un papel más importante para los mecanismos de mercado y para la competencia. Comparada con otros países,
Teniendo en cuenta la importancia de China en el comercio mundial y el rol del país en Asia o con socios tales como Brasil o Australia, las consecuencias de un cambio en el modelo chino se sentirán a nivel internacional. Esta trasformación llevará tiempo y es poco probable que el régimen acelere de forma brusca el ajuste de una economía que involucra a 1.300 millones de personas. Sin embargo, los inconvenientes se acumulan -población cada vez más envejecida, población activa que crece más lentamente- y tendrán que ser resueltos.
El cambio en la naturaleza del crecimiento del país implicará una leve caída en el consumo de commodities y energía (como unidades del PIB). El crecimiento del consumo total del país debería ser más rápido que el crecimiento global de la economía, pero un porcentaje cada vez mayor se derivará de las industrias de servicios –que, por definición, necesitan menos commodities que la industria.
Según el FMI, el superávit comercial de China se reducirá en el medio plazo y sus reservas de divisas extranjeras también aminorarán. En principio, este reequilibrio de los flujos internacionales es positivo. Pero, ¿qué efectos tiene la estabilidad de las reservas chinas en la financiación de la deuda norteamericana, por ejemplo? Más allá de estas cuestiones, ¿se moderará el impacto deflacionario general (a través de la exportación de bienes baratos) que China ha tenido hasta ahora? Por otro lado, China podría perder su papel clave en la subida de los precios de las commodities, y reducir su contribución a la presión general en los precios.