Es un mundo en estado mutante. Porque parece haber un consenso internacional en favor de que se emprendan acciones concertadas para combatir el cambio climático. Instituciones como el FMI, en su última cumbre semestral, la de otoño, sintetizan el viraje de los acontecimientos. El Fondo ha reclamado una estrategia global que incentive la economía verde. Con programas de estímulo a estos proyectos que involucren a empresas y a la sociedad civil, en proyectos de energías limpias como acicate para luchar contra la catástrofe del clima y sortear, con recursos e inversiones ingentes, la “ralentización sincronizada” de la economía internacional. Su mensaje señala un culpable, los carburantes fósiles, “dominantes” en los mix energéticos nacionales pero que ocasionan nada menos que el 63% de la tasa de polución de CO2. En opinión de los expertos del FMI, su supresión es ineludible, aunque sea paulatina. Lo considera una medida “crucial” para acometer “los controles efectivos” que deben conducir al éxito contra esta emergencia. Si los gobiernos, las industrias, las empresas y las sociedades civiles y la comunidad científica no reman en la misma dirección y emprenden de inmediato esta cruzada, el coste para estabilizar la temperatura en el futuro será “abruptamente más costoso”. El Fondo carga, además, contra los subsidios aparejados a estas fuentes de energía contaminante. El total de carburantes sólidos recibieron ayudas estatales por valor de 5,2 billones de dólares en 2017, de los que el petróleo y el carbón contabilizan el 85% de esos recursos públicos, según datos de este ejercicio. Al mismo tiempo que recomienda que se eleven los impuestos sobre al carbón y los carburantes fósiles, “la receta individual más poderosa y la herramienta más eficiente para reducir las emisiones de CO2 de una economía”, dice el Fondo, y “una contribución decidida” al descenso de la polución en las grandes ciudades.
Ante esta tesitura, en el tránsito desde los todavía muy poderosos y determinantes mercados del petróleo y del gas, las compañías se adentran en terrenos pantanosos. Entre lograr tasas de rentabilidad y beneficios y la entrega de dividendos a sus accionistas y avanzar hasta emisiones cero, como empiezan a reclamar sus inversores. Pero, ¿cuál es su diagnóstico sobre la cotización del crudo para 2020 y sus proyectos verdes?
1.- Repsol. Desde la compañía que dirige Antoni Brufau afirman que, en línea con su compromiso con la sostenibilidad, se fijó a finales del pasado año el objetivo de alcanzar cero emisiones netas en el año 2050, lo que “nos convierte en la primera empresa del sector en asumir esta ambiciosa meta y avanzar en nuestro compromiso de liderar la transición energética”. Un reto que conlleva orientar tanto la estrategia como la actividad y las inversiones “hacia nuevos y más exigentes planes de negocios alineados con la transición energética” y al cumplimiento de los objetivos de cambio climático del Acuerdo de París. Este nuevo escenario servirá de base, además, para el Plan Estratégico 2021-2025, que se presentará en este primer semestre.
En la multinacional española aseguran que estas nuevas metas de reducción de su indicador de intensidad de carbono sobre la base del año 2016 (del 10% en 2025, del 20% en 2030 y del 40% en 2040, para avanzar hacia las cero emisiones netas de CO2 en el año 2050), se conjugan con iniciativas ya en curso. La compañía ha incrementado en 3.000 MW su objetivo de capacidad de generación de electricidad baja en carbono, hasta los 7.500 MW en 2025, y se expandirá a otros mercados para convertirse en un actor internacional relevante en energías renovables, explican. Asimismo, “ha aprobado inversiones dirigidas a incorporar y construir nuevos proyectos solares y eólicos, por un total de 1.600 MW”. Repsol cuenta en la actualidad con 2.952 MW en proceso de operación, así como planes en marcha en renovables que suman 1.083 MW. Con las nuevas inversiones aprobadas, la cartera de generación baja en carbono alcanza los 5.600 MW.
Entre sus planes de futuro, Repsol también pondrá foco en la economía circular como una de las herramientas idóneas para lograr un uso eficiente de los recursos, y duplicará la producción de biocombustibles de alta calidad procedentes de aceites vegetales (HVO) hasta lograr las 600.000 toneladas en 2030, de los que la mitad se producirán antes de 2025, a partir de residuos. Por otro lado, se propone integrar a las energías renovables en las operaciones de refino, mediante la producción de hidrógeno verde. Repsol apuesta por una estrategia química eficiente en su proceso industrial y orientada a la economía circular, con la ambición de alcanzar un 20% de contenido reciclado en el total de sus poliolefinas para 2030. En el área de Upstream -precisan- canalizará su cartera de activos al cumplimiento del Acuerdo de París, lo que implica priorizar la generación de valor y de caja sobre el crecimiento de la producción.
En este contexto, Repsol analizará en cada una de sus inversiones su completo alineamiento con el Acuerdo de París y ha actualizado la senda interna de precios de CO2: 40 dólares/tonelada en 2025 y 70 dólares tonelada en 2040. La firma avanzará en el despliegue de puntos de recarga eléctrica, autogas, gas natural comprimido y gas natural licuado en las estaciones de servicio, y seguirá complementando su oferta eléctrica con servicios de alto valor, alineados con la senda de la descarbonización, como la autogeneración renovable. Repsol ha superado ya el millón de clientes de electricidad y gas tras adquirir, el pasado mes de diciembre, la red y los servicios de comercialización de energía de Ibil, de tal forma que la red pública de recarga de la compañía es ya una de las más relevantes de España. A finales de 2019 puso en marcha Solify, una solución integral de autogeneración de energía fotovoltaica para particulares y empresas.
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2.- Jupiter AM. Charlie Thomas, responsable de Estrategia, Medio Ambiente y Sostenibilidad de este gestora de fondos, considera que la década que acaba de comenzar será de cambios en los mercados energéticos y que estos avances hacia la neutralidad energética pueden ser el acicate que se necesita para espolear la actividad económica. Para este ejercicio -dice Thomas- se verán proyectos de energía eólica marina en EEUU y Taiwán de especial dimensión, que serán los más importantes fuera de Europa y China. “Esta fuente de energía renovable crecerá en importancia este año”. A su juicio, también habrá un boom en el mercado de los coches eléctrico, hasta el punto de que, por primera vez, competirán codo a codo con la fabricación de automóviles con combustibles fósiles en las cadenas de producción de la práctica totalidad de las grandes marcas del sector en tres continentes distintos, dado el fulminante desarrollo de esta alternativa de combustión en los motores de coches. Finalmente, el grupo de economías del Sudeste Asiático, los llamados tigres, frenarán las importaciones de “residuos de Occidente” y activarán con gran urgencia estrategias empresariales encaminadas hacia las economías circulares, focalizadas en la prevención de desechos y en procesos de reciclaje.
El analista de Jupiter AM pone estos ejemplos como tendencias empresariales que surgirán de “la confluencia de varios factores”: los avances tecnológicos, las presiones regulatorias en varios sectores y la sensibilidad social. Todos ellos conducirán las inversiones a largo plazo hacia una senda de oportunidades que se sustentarán sobre tres pilares. Por un lado, las energías limpias; por otro, la movilidad sostenible y, en tercer término, la economía circular. Los clientes buscarán soluciones en compañías que ofrezcan productos y servicios asociados a estos parámetros, por lo que este año comprobaremos cómo se aceleran planes de inversión corporativos hacia estas metas. Como asegura Lord Browne, antiguo CEO de BP, las presiones hacia la descarbonización que proceden de múltiples esferas económicas y sociales han provocado la sensación de que las transiciones energéticas hayan colapsado. Justo a tiempo. La era verde y circular está en marcha.
3.- Axa Investment Managers. Shirley Shen, su economista de investigación macro, asegura que “tras las tensiones relacionadas con la muerte del general iraní Qaem Soleimani, el petróleo ha vuelto a situarse en unos niveles próximos a los 64 dólares por barril. En este punto, un repunte de la escalada parece improbable, particularmente por la tensión que las sanciones económicas decretadas por EEUU están provocando en la economía iraní y por el hecho de que los dos países tienen convocados comicios este ejercicio”. Irán, elecciones legislativas en febrero y EEUU, unas trascendentales presidenciales el próximo 3 de noviembre. “Sin embargo, no se puede descartar el riesgo de una escalada de precios y el consecuente impacto sobre el suministro de crudo, así como los efectos colaterales que un encarecimiento del crudo podría tener sobre el crecimiento y la inflación, especialmente en los mercados emergentes”. En este sentido, Shen recuerda que una subida permanente de 10 dólares en el precio del barril detraería un 0,1% en el crecimiento del PIB de las economías emergentes.