No en vano,
De hecho, esta divergencia entre las previsiones y los datos reales está obligando a la Fed a hacer verdaderos equilibrismos. Por un lado, avanza en la normalización de su política monetaria, finalizando la compra de activos y desvelando subidas de tipos; pero por otro lado, mantiene un discurso acomodaticio, insistiendo en los desequilibrios del mercado laboral y la ausencia de tensión inflacionista. Y mientras, prepara la respuesta a la mejora de la economía para intentar impedir que se embalen las subidas de tipos, que podrían malograr el crecimiento.
Mientras, en Europa, tras unos datos del PIB decepcionantes en el segundo trimestre, en el tercero el crecimiento se sigue decelerando en la zona euro. Los índices de confianza y de actividad han prolongado la tendencia bajista iniciada en primavera. La escalada de tensiones con Rusia debido a la crisis de Ucrania ha lastrado sensiblemente a las economías alemana e italiana, especialmente expuestas a Europa del Este. Por su parte, Francia sigue atascada en una profunda crisis de confianza, con un gobierno fragilizado en su intento tardío de instaurar las reformas estructurales necesarias. Al final, de las principales economías europeas, España es la única que sigue mostrando una verdadera dinámica de reactivación, cuyas raíces residen en un rebote de la demanda interna y en los frutos de las reformas del mercado laboral de los últimos años, que han mejorado la competitividad de las exportaciones españolas. El resto de la zona euro, en cambio, ha sufrido una clara deceleración del crecimiento.
A ello hay que sumar, además, que la problemática de la debilidad de la inflación (y del riesgo deflacionista) se ha vuelto a acentuar. Los precios han caído hasta el 0,3%, muy lejos del objetivo del 2% que se ha fijado el BCE, y además las previsiones de inflación a corto plazo se han desplomado también por debajo de ese umbral del 2%. De hecho, esto es lo que ha llevado al BCE a tomar medidas adicionales y anunciar una nueva rebaja de los tipos y la instauración de un programa de compra de activos. Esta política, cercana a un QE pero sin recurrir (aún) a la compra de obligaciones soberanas, ha tenido el efecto inmediato de arrastrar el euro a la baja. Al menos contribuirá a descartar el riesgo de deflación en 2015 a través de la inflación importada…