En su decimosexta edición, su sondeo entre directivos de multinacionales deja un escenario predictivo de las amenazas geoestratégicas que más acucian al sector privado dominado por el temor que sigue despertando el Covid-19, pero en el que se intercalan varios de los peligros asociados al cambio climático y se mantienen temores latentes a los ciberataques, la quiebra del multilateralismo en el orden mundial, el poder de concentración de las ‘bigtechs’ o la escalada nuclear.
En esta ocasión, su Global Risks Perception Survey (GRPS), su estudio demoscópico en el que también se incluye, además de directivos empresariales, a líderes gubernamentales y civiles del amplio elenco de asesores de este foro, manejó 841 respuestas sobre las mayores amenazas que penden sobre la estabilidad geopolítica y económico-financiera global, recibidas entre el 8 de septiembre y el 23 de octubre pasados. En la macro-encuesta colaboraron instituciones como Marsh McLennan, SK Group y Zurich Insurance Group. Y de sus conclusiones se deriva que, desde el inicio de la Gran Pandemia, el clima de los negocios se ha tornado mucho más precario, debido a la rampante incertidumbre y a la confusión sobre las respuestas sanitarias al Covid-19, a pesar del descubrimiento, distribución y comercialización de las vacunas, ante la lentitud de los planes de inoculación y la aparición de cepas y variantes del coronavirus. O las transformaciones en las líneas de flotación de la gestión empresarial que han modificado los protocolos operativos hacia empleados y consumidores, desde el teletrabajo a cambios en las escalas productivas y procesos de reingeniería para rehabilitar las cadenas de valor que han propiciado numerosas bancarrotas y la urgente consolidación de alianzas corporativas. En las percepciones del sondeo predomina, dicen desde el WEF, una necesidad de atisbar los riesgos a largo plazo para preparar al circuito empresarial a los retos del ciclo de negocios post-Covid. Con el objetivo inmediato de establecer salvavidas de seguridad inminentes y construir estructuras de resiliencia a sus corporaciones. En este sentido, el impacto futuro de la epidemia y sus efectos en el posicionamiento competitivo de sus firmas es la principal preocupación de los directivos. Aunque también otean altos índices de tensión sobre sus negocios ante ciberataques o los efectos catastrofistas asociados al cambio climático, así como a las nuevas demandas profesionales y laborales o a las reivindicaciones de índole social.
Numerosas empresas han innovado hasta adaptarse con celeridad a las nuevas circunstancias y al tamaño y las peculiaridades que la pandemia ha trasladado a sus mercados de referencia. Sin embargo, no todas han hecho sus deberes. En medio de un panorama de escaso retorno de beneficios y perspectivas de una más lenta recuperación. El sector privado -dice el informe- debe estar preparado para una “agitación desordenada” durante “un periodo indeterminado de altas volatilidades”. Y predisponer a sus organizaciones para mitigar los riesgos, con estrategias que mejores su capacidad de resiliencia ante futuros shocks. Para lo cual, alerta de que la industria, en general, debe cubrir varios flancos débiles. Desde las esferas política, tecnológica y social. En el primero, deben vigilar las diferentes trayectorias de los programas de estímulo y cómo lograr acceder a ellas en función de sus sectores y tipología de empresas. En particular, las pymes, que tienen en este esfuerzo fiscal su tabla de salvación. Sólo en EEUU, el 43% de ellas cerraron entre enero y abril del pasado año y muchas otras se enfrentan a potenciales clausuras. En la escena política también deben supervisar las tentaciones proteccionistas de reconfigurar mercados que sean autosuficientes. Durante la Gran Pandemia, las restricciones a las exportaciones han sido el principal factor de la parálisis de las cadenas de valor: “las empresas deben poner su punto de mira en las políticas domésticas para focalizar sobre ella su propia seguridad jurídica y sus necesidades de suministro y gestión”, porque pueden “dañar sus planes de inversión globales y sus demandas de talento, al igual que las oportunidades de fusión o adquisición”.
En el terreno tecnológico, los emporios de este sector están acelerando las disrupciones sobre el clima de los negocios. El Covid-19 ha precipitado la revolución digital que está transformando las interrelaciones sociales y laborales. El e-commerce, el trabajo virtual o el streaming se han visto inmersos en un crecimiento impredecible. Las conexiones a Internet habrán incrementado, según las previsiones, un 30% en 2020 y el comercio online registrará un alza del 20%. La rápida huida hacia la digitalización trae consigo -advierten los expertos del WEF- “una sobreexposición a los ciberataques”, el riesgo a corto plazo “más preocupante, a tenor de las respuestas de los directivos”. El ciberterrorismo global se duplicó entre la segunda mitad de 2019 y el ecuador de 2020, con múltiples actos contra gobiernos, agencias y compañías. El Global Risks Report entra a valorar también la automatización de los procesos productivos empresariales. “La respuesta hacia la robotización para elevar la eficiencia y la reconversión técnico-profesional de plantillas puede exponer a las firmas a riesgos financieros y éticos; muy en particular, ante el activismo de las sociedades civiles y los consumidores ante la pérdida de puestos de trabajo”.
Precisamente, en la escala social, también pueden aparecer presiones sobre la industria. Porque las empresas se enfrentan a un creciente escrutinio sobre sus actividades. Muy en especial sobre la credibilidad de sus planes ambientales, sociales y de buen gobierno corporativo. Los criterios ESG vigilan la adaptación de las empresas a la batalla contra el cambio climático, que acapara el mayor número de riesgos mencionados por los directivos empresariales. “Son los dominantes y los que más impacto potencial tendrán sobre el futuro y la estabilidad de las firmas a largo plazo” explicita el informe. Consumidores, empleados e inversores esperan que el sector privado deje reflejado su compromiso y evolución hacia estos valores.
El Global Risks Report alerta igualmente de los cambios en el orden sanitario y laboral. El trabajo en remoto y la flexibilidad de horarios han transformado las expectativas de las plantillas y, en este sentido, las empresas deben incrementar tanto su cultura, como su creatividad, identidad y motivación sobre sus empleados. También los avances necesarios en los sistemas sanitarios redundarán en beneficios. Porque la prevalencia de su debilidad ocasionará a las firmas pérdidas de productividad y mayores dificultades de gestión en materia de seguridad laboral. Durante las fechas iniciales de la epidemia, la tasa de productividad por empleado retrocedió un 55%. A lo que hay que unir las dolencias de diagnóstico psíquico-mental por alteraciones en condiciones laborales, pérdidas de empleo, aislacionismo social o deterioro económico. Daños colaterales que se trasladan igualmente a las tasas de productividad. “Sólo en EEUU, estos costes podrían suponer hasta 1,6 billones de dólares en los próximos diez años”, revela el informe.
El consenso de las respuestas que las empresas deben configurar para abordar los riesgos que ellas mismas detectan en el orden global en el futuro gira en torno a tres obstáculos esenciales. El primero, ante el impredecible proceso de vacunación, pese a la distribución en paralelo de los diferentes tratamientos de inoculación en el mercado. El segundo, ante la reposición de cadenas de valor y procesos de manufacturas. Y el tercero, ante la habilidad de las compañías de asumir un correcto funcionamiento productivo de las nuevas herramientas laborales y su adecuación a regulaciones pertinentes. Para lo cual, se reclama una mayor colaboración público-privada, con instrumental presupuestario para seguir conteniendo la epidemia, esfuerzos en infraestructuras verdes y proyectos de sostenibilidad, desarrollo de planes académicos y técnico-profesionales que cubran las demandas de empleo del ciclo de negocios post-Covid y la expansión de procesos de digitalización en los modelos económicos. Además de seguir construyendo resiliencia.
Porque “es tan vital que las empresas se mantengan alerta sobre el impacto de los grandes riesgos a corto plazo como que tengan una visión panorámica de largo alcance” si quieren asegurarse una carta de navegación de prosperidad ante las alteraciones que, todavía, traerá el tránsito entre la recesión global y el futuro ciclo económico, en el que, además, se someterá a prueba el poder de resiliencia de las empresas ante la volatilidad y la inestabilidad de las amplias amenazas que se ciernen sobre el clima de negocios. En especial, y más a largo plazo, si no se avanza hacia la sostenibilidad y la neutralidad energética.