Y todo apunta que, salvo imprevistos, también será un crecimiento sostenido …
De hecho, se observa que la recuperación de la inversión productiva se acelera pudiendo superar este año el 3,5 % anual. Un año atrás su crecimiento era del 1,5 %. Una aceleración de la inversión que se observa tanto en la construcción como no construcción.
¿En qué se apoya esta recuperación de la inversión? Más allá de superarse los temores a la una fuerte desaceleración en China y la Crisis de las economías emergentes por el descenso de las materias primas, sin duda está contribuyendo de forma positiva tanto las favorables condiciones de financiación, la reducción del slack de capacidad (incluidos empleos con crecimiento salarial aún contenido) y la propia mejora en las perspectivas de crecimiento potencial. Recordemos que la tasa de desempleo promedio en las economías desarrolladas del 5,7 % es el menor nivel desde 2008.
¿Cómo se traduce todo esto en el diseño de la política monetaria? El miércoles la Fed ya puso sobre la mesa la estrategia de reducción de su balance, al mismo tiempo que el mensaje más alcista de lo esperado de la reunión ha llevado al mercado a asignar una probabilidad superior al 65 % a una nueva subida de tipos en diciembre. Algo similar ocurrió tras la última reunión del BOE, donde la mayoría del consejo consideró probable que hubiera retirada de estímulos a corto plazo. En el caso del BCE todo apunta a que en octubre probablemente se avanzara la estrategia de reducción de balance.
Y sin embargo los bancos centrales también reconocen que los riesgos de inflación a corto plazo están contenidos. Lo que ofrece margen de tiempo para actuar de forma prudente y paciente en la normalización monetaria. Las perspectivas de inflación en los países desarrollos se mantienen contenidas, con ritmos de crecimiento anual de los precios en niveles de 1,5/1,6 % en los dos años. ¿Por qué no aumenta la inflación pese a la mejora económica? Quizás se debe a factores coyunturales. Aunque la mayoría de los economistas se centran en los estructurales.
Un largo periodo de baja inflación y la propia credibilidad de los bancos centrales, en un contexto de política monetaria excepcionalmente expansiva durante demasiado tiempo, sin duda puede haber afectado limitando las expectativas de subidas de precios y salarios. Si esto es temporal, los bancos centrales deberían comenzar a normalizar su política monetaria considerando que su éxito en limitar las tensiones de inflación se apoya precisamente en su carácter preventivo. Es más: pocos hablan de restringir las condiciones financieras. Más bien, el debate se centra en limitar su expansión actual considerada por algunos como excesiva y con riesgos que generar inestabilidad financiera y distorsiones en los mercados a medio plazo. Pero también hay otra corriente de opinión que valora la contención de la inflación como estructural. Aluden para defenderlo entre otros a factores demográficos, a la ruptura de la Curva de Philipps y a la revolución digital. Es interesante la reflexión que realiza el BIS en este caso en su último informe trimestral. De forma que, recomienda a los bancos centrales que si consideran que estamos en un escenario de baja inflación estructural rebajen sus objetivos de inflación. Así tendrían más margen para normalizar la política monetaria excesivamente expansivas evitando de esta forma sus potenciales consecuencias negativas. Parece razonable.