Resulta peculiar, pero cuando a materia de inversiones se refiere, lo ideal es comprar en la debilidad, pues son buenos y expansivos momentos. Es una época de especial tensión, de caídas, en la que los inversores deben estar atentos para ‘atacar’.
Es evidente, y en esto coinciden los estrategas de JP Morgan, que el ataque de Irán supone un mayor riesgo de conflicto regional más amplio. Además, mientras que el conflicto no afecte a otros países como Arabia Saudí o Emiratos Árabes y, por supuesto, no bloquee el Estrecho de Ormuz, el impacto en los mercados financieros será limitado.
Pese a todo, hay actores como Danske Bank que señalan que la reacción al ataque de Irán fue limitada y que los precios del petróleo revirtieron algunas ganancias anteriores. Por tanto, se confirma que el umbral de reacción del mercado ante un conflicto prolongado es muy elevado.
De ahí la importancia de los bancos centrales mundiales. Éstos solo han podido reducir las tasas de interés gracias a la estabilidad de los precios del petróleo. Por tanto, que comiencen a subir implicará la obligatoriedad de subir las tasas. Otra opción sería detener el proceso de bajadas, ya iniciado por la Fed, el BCE y otros organismos monetarios.
El petróleo como salvavidas
Pese a las intensas subidas y bajadas, hay que destacar el papel del petróleo. Aunque se mantiene lejos de los 100 dólares, el Estrecho de Ormuz resiste y sigue siendo la arteria del petróleo global. Además, puede seguir trabajando con plena normalidad gracias a los ‘frenos de emergencia’.
En 2022, el flujo de petróleo promedio fue de 21 millones de barriles al día, el 21% del consumo mundial de derivados líquidos del petróleo. Entre 2020 y 2023, los datos demuestran que los volúmenes de petróleo crudo, condensado y derivados que transitaron por el Estrecho aumentaron en 2,4 millones de barriles diarios.
El petróleo es el termómetro de la economía. El ataque de Irán a Israel disparó los precios un 3% y acabó con la tendencia bajista de finales de septiembre. Una bajada que vino derivada de los descensos consecutivos motivados por los rumores de que Arabia Saudí estaba considerando incrementar su producción de crudo, abandonando los recortes de meses atrás. El barril de brent, referente en Europa, llegó a cotizar por debajo de los 72 dólares.
Si Israel responde con un ataque directo contra el ejército, la infraestructura o la industria petrolera de Irán, el precio del petróleo podría sufrir nuevos repuntes, con el consecuente impacto en los mercados.
En este sentido, la OPEP+ pretende revisar la situación actual y reactivar parte de su producción, paralizada desde diciembre.
Los analistas consideran que el petróleo no se verá nunca afectado por la escala del conflicto bélico. La prima de riesgo del crudo solo subiría si el mercado viera una escalada que afectara directamente a las infraestructuras o flujos energéticos, o bien, si Israel atacara infraestructuras críticas que amenazan al régimen.
Pese a que el Estrecho de Ormuz está controlado, en buena parte, por Irán, el resto de países árabes lo necesita para exportar su crudo. Es un claro freno de emergencia.
Situado entre Omán e Irán, es la arteria petrolera más importante del mundo. En torno a una quinta parte del comercio mundial de gas natural licuado también pasó por el Estrecho de Ormuz en 2022, según el informe del Departamento de Energía de EEUU.
La sombra de EEUU
En toda esta situación, oscila la sombra de EEUU y las elecciones presidenciales de noviembre. Israel sigue prometiendo represalias contra Irán y EEUU, principal aliado de Netanyahu espera agazapado. Irán intervendrá finalmente, no en pro de los republicanos, sino porque no puede abandonar Hezbolá.
A Irán no le interesa que los demócratas abandonen la Casa Blanca, ya que así es menos probable que se apliquen sanciones a las exportaciones de petróleo iraní, o peor aún, que utilicen la fuerza militar para impedir que Irán consiga armas nucleares. De hecho, Donald Trump, ya les impuso fuertes sanciones.