Hay una gran preocupación sobre la capacidad de los legisladores de algunos países emergentes para navegar por este cambio de entorno, sobre todo teniendo en cuenta las pocas reformas estructurales realizadas cuando la liquidez de los mercados era más abundante. La normalización de las políticas en el mundo desarrollado llevará en última instancia a mayores rendimientos y hará que los mercados emergentes sean potencialmente menos atractivos para algunos inversores que deseen cambiar de categoría.
Sin embargo, la diversidad de la oportunidad es tan grande que muchos países están tratando las condiciones del ajuste comercial de forma sensata. Por ejemplo, Colombia habría sufrido una revisión significativa en sus diferenciales de crédito si su divisa se hubiese visto afectada por la bajada del 26% y el precio de su mayor exportación (el petróleo) se hubiese desplomado hace una década. Actualmente tiene superávit presupuestario y la inflación está controlada (4,5% frente al rango objetivo oficial de entre 2% y 4%). El FMI espera que crezca un 3,4% este año, una modesta reducción frente al 4,5% del 2014. En esta ocasión, la principal diferencia es que el ajuste económico se adopta sobre todo en el tipo de cambio y lo soportan en última estancia los inversores en activos denominados en moneda local, en lugar de manifestarse en un ajuste económico interno con un PIB menor, una situación fiscal debilitada y presión en la balanza de pagos. A medio plazo se trata de una dinámica positiva para países que pueden utilizar su divisa como una herramienta válida de política, aunque no ayuda a aquellos que no pueden utilizarla.
El episodio actual que presenciamos en los mercados no es nada atípico, ni en países desarrollados ni emergentes. Las economías emergentes son muy heterogéneas, lo cual a menudo se obvia en periodos de alta volatilidad, y eso sugiere que se acerca el momento de adoptar un enfoque contra-cíclico y aprovechar las nuevas oportunidades. Y casi siempre el peor momento para invertir es aquel en el que se espera a que surja un consenso sobre las bondades de los activos de los mercados emergentes.