Hoy hemos conocido que la inflación en enero en España se estabilizó en el 5,8% pero la subyacente siguió escalando hasta el 7,5%, según datos del Instituto Nacional de Estadística, marcando máximos desde 1986. En un mes en que ha entrado en vigor la rebaja del IVA a los alimentos, se eliminó la bonificación de 0,20 euros a los carburantes y se ha corregido la medición de los precios e la electricidad y gas, la inflación ha escalado una décima respecto al mes previo aunque se revisará el próximo 15 de febrero, cuando se compruebe cómo han evolucionado cada uno de los bienes y servicios que integran la cesta de la compra de los hogares.
Viendo la escalada de los precios subyacentes, lo cierto es que parece que la cesta de la compra se sigue encareciendo. Pero ¿cuál es la principal diferencia entre la inflación general y la subyacente?
El IPC es una medida estadística que mide la evolución de los precios en los hogares españoles con el objetivo de dar transparencia a los precios que los ciudadanos pagan por sus productos de primera necesidad, como los alimentos, pero también el coste de la vivienda, bebidas, ocio, energía…
La inflación puede ser causada por factores como los cambios en el coste de las materias primas (un ejemplo fue la guerra entre Rusia y Ucrania que hizo subir con fuerza los precios del gas y petróleo) o por la demanda de bienes y servicios. Por eso existen dos indicadores: la inflación general, que determina el precio de los bienes y servicios durante un tiempo determinado (meses o años) y la inflación subyacente que, aunque determina menos elementos que la inflación general, es más precisa y estable puesto que no tiene en cuenta los factores internacionales que afectan a la fabricación o producción. En otras palabras, los factores externos afectan a los precios, de ahí que se eliminen los costes energéticos y alimentarios para reflejar el valor real de los productos y alimentos.
Este indicador tiene la ventaja de poder estudiar la tendencia de los precios a medio y largo plazo ya que determina los diferentes ciclos económicos que suceden en el tiempo. Una variable muy útil para los economistas pero no tanto para los ciudadanos, a los que realmente les afecta la variación en la cesta de la compra. Además, por otro lado, este tipo de inflación permite medir los resultados de la política monetaria en un país, ya que se excluyen los elementos internacionales y es sobre este tipo de inflación sobre la que actúan precisamente las subidas de tipos de los Bancos Centrales.
Normalmente, algo que no ocurre ahora, la inflación subyacente suele ser más baja que la general pues registra las variaciones de los precios al consumo sin tener en cuenta la energía (gasolina, gas, electricidad) y alimentos no elaborados (como puede ser fruta, o verdura, entre otros). De ahí que la importancia de la subyacente radique en que permite observar y analizar hasta qué punto la inflación se cuela por el resto de la economía, y no solo en aquellos productos más volátiles.
Con el dato que hemos conocido, la inflación subyacente está casi dos puntos por encima de la general lo que indica que el ciclo de subidas de precios está instalado en la economía a pesar de las caídas de las materias primas en los mercados internacionales. Un dato preocupante que indica que los fabricantes ya están trasladando las subidas de precios que han sufrido en las materias primas a los consumidores. Es decir, significa que los productores ya no pueden contener más el aumento de precios y, por tanto, deciden trasladarlos al resto de la economía.
Eso sí, la inflación general suele caer antes que la subyacente; por lo que, si persiste esta situación, la subyacente tendrá que moderarse en los próximos trimestres.