La experiencia y el conocimiento acumulado sobre la aplicación de la inteligencia artificial en los negocios nos permiten dibujar una hoja de ruta de cómo las empresas pueden beneficiarse de esta tecnología. Una ruta que comienza por la adopción de estrategias centradas en cómo esta tecnología se integra y se alinea con los objetivos empresariales y, al mismo tiempo, con el desarrollo de las capacidades necesarias para aprovecharla. Al fin y al cabo, la eficacia de la IA reside en cómo se aplica estratégicamente para resolver problemas específicos y generar valor.
Por tanto, en primer lugar es fundamental definir un objetivo claro y medible para la implementación de la IA que esté alineado con la visión y la misión de la organización. Necesitamos tener una idea precisa de qué problema queremos resolver, qué beneficio esperamos obtener y cómo vamos a medir y evaluar su impacto, también financiero.
La IA es una herramienta que exige un diseño y un uso adecuado según cada situación. Por eso es clave enfocarnos en el valor real y en el retorno de la inversión. Esto implica tener una visión clara de cómo la tecnología puede mejorar operaciones, optimizar procesos y recursos o captar nuevas oportunidades de negocio. No se trata solo de adoptar la última innovación, sino de hacerlo de manera lógica y sostenible, que contribuya a los objetivos empresariales y tenga un impacto positivo en el negocio. La IA, como otras tecnologías, debe servir a la empresa para resolver sus problemas específicos, mejorar su eficiencia e impulsar su rentabilidad.
En segundo lugar es imprescindible contar con los datos necesarios y adecuados para entrenar los modelos de IA de manera que puedan devolvernos valor. Para obtener resultados óptimos en el largo plazo es necesario que los datos sean pertinentes y de calidad, y tengan garantizada su seguridad y privacidad. De lo contrario, no es posible desarrollar soluciones robustas y fiables. Además, estos deben ser tratados de forma ética para evitar sesgos y discriminaciones que puedan afectar negativamente a nuestros resultados y reputación. Asimismo, los datos deben estar protegidos contra posibles ataques o fugas de información que pongan en riesgo su confidencialidad e integridad.
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En tercer lugar es necesario disponer de las capacidades humanas para desarrollar, implementar y gestionar las soluciones de IA de manera óptima. La participación de todas las personas que forman parte de una organización, directivos y trabajadores, es crítica en la hoja de ruta de la adoptación de la IA. No es una tarea exclusiva para científicos de datos o técnicos especializados. Para lograr que la incorporación de la IA se generalice a todos los niveles de nuestra organización necesitamos crear y fomentar una cultura de aprendizaje y adaptación, y también de colaboración.
Esto puede requerir formar equipos multidisciplinares que aporten diferentes conocimientos y ámbitos que sean relevantes para el proyecto. También formar y capacitar a los empleados para que puedan utilizar y aprovechar la IA en sus tareas diarias. Cuando las personas entienden y participan en el proceso de desarrollo y aplicación de la IA no solo se democratiza la tecnología, sino que además se enriquece la solución y se potencia la eficiencia, la creatividad y la innovación. Esta inclusión genera un entorno donde la IA es vista como una herramienta habilitadora y no como una amenaza.
La integración con éxito de la IA en el ámbito empresarial plantea retos y aprendizajes. Debemos estar preparados para enfrentar y superar desafíos, como la resistencia al cambio y la necesidad de actualización, aplicando programas de capacitación y una gestión del cambio bien estructurada. Integrar soluciones de IA requiere una visión a largo plazo y un compromiso con la transformación continua, dos elementos que deben estar en el centro de cualquier estrategia empresarial.