En la última semana venimos hablando de nuevo de la situación de los bancos regionales americanos, tras la debacle producida en el sector en marzo de 2023 y el contagio subsiguiente, con la caída y rescate de algunas de las entidades medianas que cotizan en Wall Street en marzo de 2023.
La secuencia comenzaba a preocupar a los inversores hace una semana cuando NY Commty Bancor la entidad que el pasado año adquirió los activos de la fallida Signature Bank, presentaba resultados. La alarma llegaba de la letra pequeña de sus resultados. Sus beneficios anuales se disparaban, pero también incluían una partida contable de nada menos que 2.200 millones de dólares de fondo de comercio negativo por la compra de los activos de la entidad quebrada el pasado año.
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Y, tras ajustarse, lo que parecían cuentas espectaculares al cerrar 2022, se quedaron en 609 millones, un 4% por debajo de las de un año antes, incluyendo pérdidas de más de 250 millones del último trimestre. Y ahí entraba en juego una elevada provisión para cubrir los créditos morosos. Ese hecho, y la rebaja de su dividendo en nada menos que un 70% le llevaron a perder, en una solo sesión, nada menos que un 38% de su valor.
Tras esto, también se registraban problemas en un banco japonés, el Banco Aozora, ligado a los préstamos comerciales inmobiliarios de Estados Unidos, en un entorno además de subida de las rentabilidades de la deuda americana, tras la percepción negativa del mercado ante una esperada y pronta bajada de tipos, sobre la que la Fed ha arrojado esta semana un nuevo jarro de agua fría.
Todo ello ha llevado a que Moody's haya colocado la calificación crediticia del NYC Bancorp en la categoría de bono basura tras bajar dos peldaños , hasta el grado especulativo y colocar en 'Ba2'su rating crediticio. Este hecho, además de ser en sí misma una mala noticia, revierte además en muchas carteras y ETFs que no pueden invertir en acciones de compañías que presentan esa calificación por parte de las agencias de rating, la de bono basura.
Sus pérdidas se han multiplicado y solo se han frenado con los cambios, el pasado miércoles en la cúpula directiva de la entidad, con el nombramiento de Alessandro DiNello como presidente ejecutivo desde sus labores de presidente no ejecutivo hasta la fecha para trabajar con el director general de la entidad. Además, la entidad ha comenzado a buscar un nuevo director de riesgos y director ejecutivo de auditoría, ya que sus responsables, abandonaron la entidad meses antes del informe de los resultados que ha desatado el proceso bajista del valor.
Todo ello con los datos del pasado miércoles con el valor en modo montaña rusa, con fuertes retrocesos y subidas.
¿Podemos hablar de efecto contagio? De momento para el global de la banca regional estadounidense, no. Parece que los problemas solo se circunscriben a la entidad, con caída importante de su rentabilidad, entre otras cosas, por el elevado nivel de retribución en sus depósitos. Aunque también se encuentra el hecho de su exposición al sector inmobiliario.
De momento, selectivo del S&P que engloba a los bancos regionales de Estados Unidos, el SPDR S&P Regional Banking pierde posiciones, casi un 4,5% en lo que va de año, aunque todavía se coloca por encima de los niveles de caída del pasado año, en medio de la crisis destaca por la caída del Sillicon Valley Bank.
Y sus niveles actuales de cotización, todavía no se acercan a los registrados el pasado año, durante la crisis del pasado mes de marzo, ni de lejos, en especial, cuando alcanzaron sus peores niveles, en mayo de 2023, con nuevo episodio bajista en octubre del ejercicio precedente.
Pero habrá que estar muy atentos a factores como las actuaciones de la Fed. El próximo 11 de marzo termina la vigencia del Programa de financiación Bancario a Plazo, el salvavidas que la Reserva Federal puso en marcha para otorgar a estos bancos préstamos a bajo interés.
Y hay otros factores, que apunta el New York Times, citando el S&P Global que algunos bancos europeos, como Deutsche Bank o Banco Santander ha aumentado su exposición al mercado de deuda inmobiliaria de EEUU de 6.000 millones de dólares en el primer semestre del pasado año, a pesar de los problemas registrados.