Esta crisis sanitaria mundial, mutará a una importantísima crisis económica y financiera, muy diferente a lo que conocíamos hasta el momento, que lastrará el poco crecimiento que veníamos experimentando en los últimos años después de revertir los efectos nocivos que generó la última crisis financiera de 2008.
La incertidumbre generada por la pandemia es el arma de destrucción masiva, que en estos días está rompiendo todos los cimientos de la economía mundial. Las perspectivas macro-económicas no son nada positivas para este año en cuanto al gran endeudamiento que tendrán que realizar los países para afrontar la crisis sanitaria, al no estar preparados, en ningún aspecto, para este tipo de enfermedad.
A lo anterior, se ha sumado una fuerte caída del precio del petróleo, dando lugar a una guerra de precios, haciendo que el crédito corporativo de las empresas energéticas se tensione, produciendo quiebras y trasladando temores y pánico al resto del universo crediticio.
En los mercados bursátiles estamos experimentando unos niveles de volatilidad máximos, superiores en muchos casos al 30%, concentrándose los mismos en espacio
de tiempo muy limitado, cuando por lo general este tipo de oscilaciones se producen en espacios de tiempo de 6 a 9 meses. En renta fija, los activos de menor calificación crediticia serán los que sufran un fuerte castigo y falta de liquidez.
La reacción de los bancos centrales ha sido rápida pero poco coordinada, cuando el problema es de marco mundial. Particularmente desde EEUU, la Reserva Federal ha recortado sus tipos de interés hasta llevarlos a cero, anunciando un importante programa de compra de activos como ya vimos en la gran crisis financiera. No ha sido la única autoridad monetaria en reaccionar, el BCE también ha replicado las medidas adoptadas durante los últimos años para dotar de liquidez, o relajando las exigencias de solvencia de las entidades financieras, intentando, de esta manera, que el crédito fluya y llegue lo antes posible y lo más barato, ya que es clave para evitar que la debilidad del sistema continúe instalándose y ocasionando quiebras, despidos y cierres.
En Europa es necesaria una respuesta fiscal coordinada, así como la puesta en marcha de programas de ayuda a pequeñas empresas y autónomos, para apuntalar la futura recuperación que no llegará sin una gestión responsable de los gobiernos en cuanto a medidas económicas y fiscales que den, realmente, tranquilidad al mercado, porque ahora mismo el proyecto de la Unión Europea está en juego y en un serio riesgo de desaparición.
Esta ‘Guerra Mundial C’, que no tengo dudas que vamos a superar, nos pondrá a prueba en todos los sentidos, ante un cambio de los hábitos de consumo y las prioridades de la humanidad, al darnos cuenta que no todo lo que considerábamos importante lo era.
Entre tanto, ¡Quédate en casa!