Cuando Warren Buffett compró por primera vez acciones de Goldman Sachs en 2008 (sí, en plena crisis financiera) describió esta inversión como una “apuesta por los cerebros” (bet on brains) y afirmó que la entidad era la mejor firma de Wall Street. A cierre del primer trimestre, su participación en el banco era de 10.959 millones de títulos (pero llegaba a alcanzar los 12.631 millones a finales de 2015). No ha aprovechado la debilidad del valor el ‘Oráculo de Omaha’, pero sí lo ha hecho otros de los gurús del mercado: George Soros.

Según consta en los registros del regulador bursátil estadounidense, la Securities and Exchange Commission (SEC por sus siglas en inglés), Soros Fund Management ha alcanzado entre enero y marzo 86.000 acciones del banco, lo que supone un incremento de su participación del 40%. En un movimiento que el mercado identifica con una clara estrategia de comprar en los descensos (o como reza el dicho anglosajón “buy the dip”).

Y es que, podría decirse que lo “Trump te da, Trump te lo quita”. El sector financiero estadounidense fue uno de los principales ganadores de su elección como presidente, impulsado por sus propuestas tanto fiscales como de inversión, que se sumaron al positivo apoyo que supone el ciclo alcista de tipos de la Reserva Federal (Fed).

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Sin embargo, la llegada del republicano a la Casa Blanca y las dudas sobre su capacidad para implementar su programa económico se han convertido en un lastre para la industria, a pesar de que las perspectivas y la situación macro de Estados Unidos siguen siendo positivas.

De hecho, Goldman Sachs es de los ‘cinco grandes’ de Wall Street el que peor comportamiento registra en 2017. Al cierre de esta edición, sus caídas cercanas al 10% en Bolsa, contrastan con las ganancias superiores al 4% y al 2% de Bank of America y Citi, respectivamente; y son mucho más abultadas que las pérdidas ligeramente por encima del 1% de Morgan Stanley y JP Morgan.

 

Mucho tiene que ver con este comportamiento la decepción que supusieron sus resultados trimestrales y que, de hecho, llevaron al valor a registrar su mayor descenso intradía tras presentar sus cuentas desde 2011 (con las cifras del cuarto trimestre de 2010).

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No logró cumplir las expectativas del mercado con su beneficio de 2.260 millones de dólares, esto es, un beneficio por acción (BPA) de 5,15 dólares, a pesar de que lograba duplicar los 1.140 millones de dólares (su peor primer trimestre desde 2012) que ganó en el mismo periodo de 2016. Tampoco alcanzaron las previsiones sus ingresos de 8.030 millones de dólares, un 27% más. El consenso esperaba un BPA de 5,31 dólares e ingresos de 8.450 millones.

La debilidad del negocio de inversión ha sido señalada como principal culpable tanto por los analistas, como por la propia entidad que ha reconocido, por boca de su director financiero (CFO por sus siglas en inglés), Martin Chavez, el “mal comportamiento” de la división debido “a materias primas y divisas. Podríamos haber hecho un mejor trabajo ‘navegando’ en los mercados y eso es todo lo que voy a decir”, afirmaba.

Así, el área de trading cosechó unos ingresos de 3.360 millones de dólares, un 2,4% menos que a cierre de marzo del pasado ejercicio; con una contracción en renta variable del 6% (1.760 millones de dólares) y apenas leves ascensos en otros activos (bonos, materias primas y divisas) hasta los 1.690 millones. Ahora bien, los expertos recuerdan que, al mismo tiempo, Goldman Sachs anunciaba un incremento del 15% en su dividendo y autorizaba un “agresivo” programa de recompra de acciones (50 millones de títulos, esto es, cerca de un 13% de los actualmente en circulación).

Con todo, Goldman Sachs sigue contando con el ‘apoyo’ de los analistas, con una recomendación media de sobreponderar y un precio objetivo de 243,60 dólares, según datos de FactSet. El consenso le otorga un potencial cercano al 11%, pues más allá de la remontada protagonizada tanto por esta entidad en concreto, como por el sector financiero estadounidense en particular, desde las presidenciales, los pilares que apoyan la visión optimista sobre esta industria no han cambiado, a pesar de las dudas en torno a las políticas de Trump.

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Concretamente, los expertos destacan como catalizadores positivos a los futuros incrementos en el precio del dinero que implemente la autoridad monetaria norteamericana; así como a la propia mejora de los resultados de los bancos; y, especialmente, a la desregulación y el entorno favorable a las empresas propuesto por el nuevo inquilino de la Casa Blanca, especialmente la derogación de la Ley Dodd-Frank.

Así, tras el duro varapalo sufrido por Goldman Sachs tras publicar sus cuentas trimestrales, Christopher Wheeler, de Atlantic Equities, señalaba que la debilidad del banco era “exagerada”. Mejoraba su consejo sobre el valor hasta sobreponderar, desde neutral, y apuntaba que, más allá de la incertidumbre en torno a si el presidente estadounidense podrá o no implementar sus medidas pro-crecimiento y desregulatorias, “la respuesta a estos resultados fue bastante dramática, especialmente en lo que respecta a los temores sobre la franquicia y la disrupción en la directiva tras la marcha de Gary Cohn”. Mientras, Kevin Horowitz, de Citi, apuntaba que la actual valoración parecía más razonable, teniendo en cuenta cuantos inversores parecían haber olvidado los “históricamente volátiles resultados de trading” de la firma.

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