“Consejos vendo que para mí no tengo” reza un famoso refrán español, que, en el caso del Foro Económico Mundial que reunirá desde hoy y hasta el próximo sábado a la cream de la cream económica global, a todo el que tiene algo que decir respecto a los mercados, la economía, las finanzas y las empresas a nivel mundial, es más que una verdad como un templo.

Lo cierto es que a la hora de analizar los desafíos – al menos los conocidos, los que tenemos sobre la mesa- no les falta razón alguna. Esos riesgos que dominarán, y en algunos casos ya dominan por desgracia, las economías mundiales y que se reflejarán con mayor énfasis en los próximos años.

Pero recordemos dos cosas. La primera es que nos los están planteando aquellos que dominan económicamente el mundo, pero que, en muchos casos, no tocan verdaderamente la main street, la economía de andar por casa que padecemos la población global.

La segunda es, que, por desgracia, hacen caso omiso, en carne propia, de algunos de sus consejos. Ocurre con las advertencias sobre los peligros del cambio climático, en un encuentro en el que los jets privados, unos 1.040 en anteriores convocatorias y su consumo desmesurado, son moneda de cambio en este Foro.

Más allá de eso, es el lugar donde se fraguan, en una oportunidad de verse cara a cara, lo que no es habitual, muchos negocios para las grandes corporaciones y para los países, como hará el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez con las multinacionales, para atraer inversión hacia España.

Pero volviendo a los riesgos globales, el conocido por todos como Foro de Davos los identifica correctamente. Riesgos que Reuters califica de “policrisis” y que están sobre todo centrados, para los próximos dos años, en la pérdida de poder adquisitivo por el efecto inflación, de forma que, como estamos viendo, esta crisis nos ha azotado al bolsillo de forma inmediata en mayor grado que otras.

Pero lo cierto es que conforme vaya avanzado la década, esos riesgos estarán más centrados en los problemas relacionados con el cambio climático. Y todo lo que se deriva de él, desde los desastres naturales, la pérdida de la biodiversidad, el daño ambiental a gran escala o la pérdida de recursos naturales, que son derivas agudizadas tanto por la pandemia como por la crisis energética desatada por Rusia en su guerra contra Ucrania.

Esta última se muestra como el factor de regresión de mayor énfasis, con la preponderancia de nuevo de un petróleo que poco a poco ya tenía calendario a 2040 y 2050 para pasar a segundo o tercer plano a cuenta de las renovables y el compromiso, especialmente de las empresas, de emisiones cero. Y sobre todo que ha evidenciado lo mucho que queda por hacer, y en poco tiempo, en materia de energía limpia, en especial en Europa, ante la dependencia del gas y el petróleo ruso del norte del Viejo Continente.

Pero estos no son los únicos riesgos que permanecen en el ambiente. Factores como la descomposición de la cohesión social, que incluso vemos en desarrolladas democracias como Estados Unidos y Brasil, los delitos cibernéticos y la ciberinseguridad, que preocupan y mucho, junto con las hostilidades económicas de los bloques comerciales, cada vez más exacerbados, están por encima de otras como el riesgo de una confrontación militar.

Destacan que hay un retorno de lo que se conoce como riesgos “antiguos” casi olvidados hasta la fecha y que ya padecemos, como la elevada inflación y la crisis energética propia de otras épocas, como la Guerra Fría. Y de otros “nuevos” como el sobreendeudamiento, tanto público como privado que nos inunda tras la pandemia y la guerra rusa.

Todo ello que más que riesgos, en muchos casos, son realidades a las que nos estamos ya por desgracia enfrentando, y que mantendrán su latencia en los próximos años.

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