Durante el verano de 2011, tuvieron lugar dos acontecimientos simultáneamente. El segundo programa de inyección de liquidez de la Fed concluyó. El BCE empezó a inyectar grandes cantidades de liquidez en el sistema bancario a medida que la crisis soberana se expandía hacia Italia y España.
Durante el verano pasado, la declaración de Mario Draghi de que iba a hacer todo lo necesario para salvar el euro y el anuncio del BCE del programa OMT, consiguieron relajar bastante las tensiones en el sistema financiero europeo, permitiendo al banco central dejar de aumentar su balance. Mientras tanto, la Fed lanzó en primer lugar el plan QE 2.5 (compras de activos respaldados por hipotecas) y luego introdujo el QE 3 en diciembre del año pasado, volviendo no obstante a aumentar su balance. A principios de 2013, el balance del BCE estaba incluso descendiendo debido a que algunos bancos europeos estaban devolviendo parte de las inyecciones de liquidez de la LTRO. El euro/dólar escaló de nuevo por encima del 1,35.
A principios de abril, el BCE admitió su preocupación por la debilidad de la actividad económica en la eurozona, pero no ofreció ninguna política monetaria de flexibilización y tampoco dio ninguna pista de tener intención de hacerlo todavía. Más adelante, unos datos de empleo más débiles de lo esperado en EEUU amortiguaron las expectativas sobre una salida prematura de la Fed del programa de inyección de liquidez. El cambio euro/dólar subió al 3,31.
De cara al futuro, la tendencia todavía parece bastante clara para nosotros: el BCE tendrá que adoptar, más pronto que tarde, una postura más flexibilizadora dado que las esperanzas de que se produzca una recuperación económica en la segunda mitad de 2013, parecen ahora exageradas. Paralelamente, dado el momentum positivo para la economía de EEUU, la Fed se inclinará cada vez más hacia una política monetaria gradualmente menos acomodaticia. Una reversión en la tendencia relativa en los balances de los bancos centrales a ambos lados del atlántico, es probable sin embargo que tenga como resultado un euro más débil en contra de un dólar americano en un horizonte temporal de un año. Por el momento debemos estar atentos a los movimientos de los bancos centrales.