En los últimos tiempos, han salido dos rumores que tienen al sector de la gestión con la mosca detrás de la oreja: la posibilidad de que los fondos de inversión paguen impuestos “año a año” y eliminar el traspaso entre fondos sin tributación. Una doble boutade; la primera poco menos que impracticable, a no ser que se abra el melón imposible de pagar impuestos por plusvalías latentes. La segunda, provocará mil quebrantos a inversores y gestores de fondos.

En el momento de escribir esto, El Economista, probablemente mi periódico económico favorito (sin duda, influye que trabajara ahí bastantes años cuando fue semanario, a finales de los 90) recoge nuevas genialidades de Yolanda & her boys: "Sumar abre la vía para subir el tipo máximo del IRPF para las rentas de capital al 30%"  

Pese a su voracidad fiscal insaciable, desde el Ejecutivo van a tumba abierta, aunque en la realidad no haya mucho más que rascar. No se puede apretar mucho más a la empresa, pero quieren un impuesto especial a las cadenas de alimentación, en línea con los "especiales" a la banca y las eléctricas, que se dice con claridad que se pretende que sean definitivos (¿a alguien le cabía alguna duda?). 

En IRPF los tipos se disparan a partir de 30.000 euros brutos al año, es decir, no mucho más que el salario mínimo anual. Por otro lado, si ceden a la populista tentación de incrementar impuestos a las compañías, se encontrarán la medida devuelta de inmediato: ¿ordeno subidas salariales o de cotizaciones sociales? Fenomenal, pero la empresa, de inmediato repercute eso en los costes. ¿Me aprietas por arriba? Recorto por abajo. ¿Me subes las cotizaciones? Adelgazo la plantilla en la misma proporción. No es mala intención, es pura lógica de supervivencia. 

Es indudable que alguien en el ala más de izquierdas del Gobierno y sus socios, se ha fijado hace tiempo en la siguiente tabla:  


 
Viendo la tabla adjunta, se puede ver que hay una millonada tremenda en fondos de inversión: 462.000 millones de euros. Los datos los facilita Inverco, tomados de las gestoras de fondos, la CNMV y el Banco de España entre otras fuentes. Palabra de Dios, por tanto. 

¿Nos imaginamos un impuestito de nada, del 0,5%, por ejemplo? Serían 2.300 millones de nada, surgidos como por arte de ensalmo. Más o menos, lo que se está obteniendo con el tributo especial inventado a bancos y eléctricas. No está mal. Tendría buena venta, además: dinero de los especuladores, de los ricos, de Blackrock y de los que tienen acciones. Lo contentos que se pondrían en algunas facciones del Gobierno y ciertas tertulias de televisión. 

Claro, la respuesta rápida es que todo el que pudiera se llevaría el dinero a otros productos, pero, ¿a cuáles? ¿Dónde se está a salvo de la decisión arbitraria de Hacienda? ¿Quizá en las sociedades unipersonales? O, si se elimina el traspaso de fondos libres, el partícipe dejaría quieto su dinero, a pesar de tener deseos de moverlo hacia otras opciones.  

Curiosamente, viendo de nuevo la citada tabla, dentro de nuestro depauperado ahorro sólo crece con fuerza el apartado “otras participaciones”, que no son otra cosa que las sociedades instrumentales (SL y SRL) constituidas por ahorradores que, quizá, hayan optado por esa modalidad huyendo de las sicav. 

En su día, la ministra de Hacienda María Jesús Montero dijo una frase terrible: “quedan muchas figuras fiscales por llegar”. Dicho de otra manera: quedan impuestos por llegar, del derecho y del revés, pese a que es prácticamente imposible que no supongan dobles, triples o cuádruples tributaciones

En los últimos tiempos hemos tenido impuestos a las fortunas, a los bancos a las eléctricas; el año que viene entra el de “solidaridad” (¿con IRPF´s del 40% hay que serlo más, aun?) y cuidado, que también tienen en mente mangonear en Wallapop, sin olvidarnos de los sobres de regalo en las bodas. Todo movimiento de dinero es susceptible de pagar una tasa al estado. Sea lo que sea.  

¿Por qué no meter mano a los fondos? Hay mucho dinero y, como decía el Marqués de Leguineche en la gran película de Berlanga, Patrimonio Nacional, la gente normal paga a Hacienda “muy poquito, y muy poco a poco y además no se dan cuenta”. 

Hay muchas ganas de meter la mano en el bolsillo particular de los ciudadanos, aunque sea vendiendo que se hace sólo a "los ricos". ¿Quién es el cerebro económico que está mapeando la economía para idear nuevos impuestos? ¿Quizá Ernest Urtasun, el actual ministro de Cultura, e innegable voz que susurra a Yolanda Díaz? Porque alguien hay, desde luego. 

Pero, como decía Emilio Botín, "ricos de verdad somos muy pocos". No serán ellos los que vean sus bolsillos exangües. Es matemáticamente imposible que paguen ellos la factura fiscal deseada. Luego, sale el Banco de España a denunciar la debilidad del consumo, en un tono sorprendido. El mismo que tienen los demás órganos impresores de moneda cuando denuncian la inflación, después de haber inundado los mercados de dinero fabricado para pagar los déficit de los países, que gastan, gastan y gastan