El despegue de la actividad turística ha sido contundente desde el inicio de 2022, pero la elevada confianza generalizada en la industria podría verse alterada por la incertidumbre económica que rodea a la coyuntura global desde el estallido de la guerra en Ucrania. En enero los movimientos transfronterizos de turistas duplicaron con creces los del mismo mes de 2021, cuando empezaba el ciclo de vacunaciones contra el Covid-19 en las naciones industrializadas. El levantamiento de los confinamientos, gradual pero efectivo, a lo largo del ejercicio pasado, despertó a la actividad turística del sueño de los justos en el que había caído. Aunque sin poder proclamar una auténtica recuperación. De hecho, y según la Organización Mundial del Turismo (OMT), a la conclusión del mes de enero, todavía evolucionaba un 67% por debajo de los registros previos a la epidemia. A pesar de que los 18 millones de desplazamientos del primer mes del año superaron ya a los del conjunto de 2021.
En este pistoletazo de salida, Europa y América han marcado el ritmo. El Viejo Continente, con un repunte del 199% y el Nuevo bordeando la duplicidad de turistas, con un 97% y un 53% y un 52% de llegadas internacionales por debajo de las cotas pre-pandémicas, respectivamente. A un paso de ellos, los países de Oriente Próximo (+89%) y de África (+51%), mientras Asia registraba un alza más modesta, por concentrar la mayor parte de los confinamientos, en especial en China, del 44%, que incluye también las naciones del Pacífico. Datos que sitúan a estas latitudes todavía en tasas en un 63%, un 69% y un 93% inferiores a las consignadas en 2019. Con destinos como algunos caribeños como la República Dominicana o Curaçao casi rozando el restablecimiento de su industria turística -a apenas un 11% y un 20%, respectivamente, de certificarlo- además de otros destinos de sol y playa como Maldivas (13%) o Seychelles (-27%) y otros europeos como Bosnia Herzegovina que superaron en un 2% las visitas recibidas respecto a 2019. Andorra, en plena campaña de esquí, se quedó a escasos tres puntos de lanzar la fumata blanca del despegue total de su sector. Por mercados nacionales, Turquía y México se quedaron a un 16% y un 24% de lograrlo.
El diagnóstico de la institución multilateral del turismo habla en su último dictamen de “gradual recuperación” después de la “impredecible caída libre” de 2020 y 2021 y de una primavera que empezó con las primeras grandes secuelas económicas y energéticas de la guerra en Ucrania y con un aumento de las restricciones a la movilidad. Dos factores que están contribuyendo a una demanda ambivalente y a un incremento de los riesgos e incertidumbres. Con repercusión sobre los activos turísticos; especialmente, en los mercados americanos, asiáticos y europeos. El cierre del espacio aéreo de Ucrania y Rusia está afectando a vuelos y deteriorando las rutas y los costes de las aerolíneas. De igual modo que los confinamientos en China han hecho descender el flujo de turistas de la segunda economía del planeta. O los rusos, que se habían desplazado de forma masiva a destinos como Maldivas, Seychelles o Sri Lanka durante las restricciones por el Covid-19 también han dejado de viajar.
La atonía se ha instalado entre los turistas chinos. Apenas 335.000 pasaportes fueron expedidos por las autoridades en los primeros seis meses de 2021, el 2% de los tramitados en 2019, en uno de los motores de la industria. Porque los viajeros chinos superaron ya en 2012 la barrera de los 100.000 millones de dólares de gastos en sus desplazamientos y alcanzaron los 255.000 millones en 2019 con 155 millones de viajes al exterior; en total, el 20% de los desembolsos turísticos en todo el mundo. El pasado ejercicio, sin embargo, apenas se registraron 26 millones de salidas al extranjero, según la Academia de Turismo de China, desde donde se admite un nuevo parón de dimensiones considerables por los afinamientos decretados en ciudades como Shenzhen, Pekín o Shanghái estos meses por la política de cero Covid decretada por el Gobierno. La OMT cifra en 14.000 millones de dólares, por otra parte, los desembolsos combinados de rusos y ucranianos antes del conflicto en sus viajes al exterior, mientras que a ambos países llegaron el 4% de los turistas foráneos, esencialmente europeos.
En Eurostat corroboran el enorme daño ocasionado por la pandemia al turismo global y al de la UE en particular. Si bien en 2021 la pauta ya era de mejoría substancial, con 1.800 millones de noches más de pernoctaciones en el Viejo Continente en relación al primer ejercicio de epidemia y aún un 40% por debajo del registro del ejercicio que antecedió a la crisis sanitaria. “El turismo se irá recuperando gradualmente en 2022” en Europa, presagian también sus expertos, aunque con los “riesgos asociados” a la invasión de Ucrania y a la aparición de variantes del Covid-19. El análisis de la oficina estadística europea incide, sin embargo, en el particular poder de resiliencia y en las expectativas de desplazamientos que atisban entre las agencias de viajes este verano a la hora de pronosticar que podría reducirse substancialmente el 37% de brecha en el número de desplazamientos que aún persisten en comparación a 2019.
Ejercicio menos dramático, pero con incógnitas
Grecia, España y Croacia fueron los destinos más visitados en 2021 con saltos superiores al 70% en el número de pernoctaciones. Mientras que los viajes a Austria, Letonia y Eslovaquia cayeron en más de un 18%. “Los signos de revitalización del sector son manifiestos” y, si bien más de la mitad de las reservas fueron aún canceladas el pasado año, fue un ejercicio “menos dramático” que el contraste de los dos anteriores, un 2019 especialmente dinámico, y un 2020 con tintes de demolición. Síntoma que también se apreció en los más de 2 millones de viajes por negocios, la mayoría de pymes, en suelo europeo o en el salto de los 12,3 millones de trabajadores a los 27,3 de la industria turística comunitaria, según datos oficiales de la Eurocámara, que revelan que las cuatro mayores economías del euro acapararon el 55% de las empresas del sector.
El reto es que países como España vuelvan a recuperar su valor turístico, equiparable al 11,8% del PIB en 2019. O Francia el 7,4% y México, el 8,7%. Del mismo modo que EEUU fue el destino que disfrutó de un mayor gasto por turismo, hasta totalizar los 1,8 billones de dólares en 2019. La trascendencia de estos ingresos se aprecia, quizás, con mayor nitidez en áreas como Aruba, cuya dependencia de la industria roza las tres cuartas partes de su economía o como el resto de sus vecinos caribeños, en los que es la principal fuente de recaudación y producción. La OCDE prorroga a 2023 la recuperación de estos indicadores. Después de la caída del 80% en los meses más intensos de los confinamientos sociales y las hibernaciones de las economías que dejaron en todo el mundo las medidas para contener la emergencia sanitaria global.
Los informes multilaterales también convienen en señalar las casi nulas cancelaciones de viajes y programas vacacionales durante el verano. Pese a que la mayoría de agencias, como Expedia, introdujeron de inmediato las suspensiones de desplazamientos a golpe de click y a los cambios en las exigencias de las estancias en favor de actividades sostenibles o en atracciones que vayan en beneficio de las economías circulares de los destinos elegidos por parte de los turistas.
El dinamismo turístico con todas las cautelas que persistirán este año también ha contribuido a fomentar la competitividad en un sector en el que sus complejos hoteleros han mantenido el tipo con descuentos constantes y que ahora empiezan a presenciar una actividad notable.
Sin embargo, estos esfuerzos de transformación del negocio y en la gestión y en la promoción de las ofertas y catálogos vacacionales y del turismo de negocios llevará “varios años” hasta su completa instauración. Así lo augura René de Monchy, máximo ejecutivo de la Agencia Nacional de Turismo de Nueva Zelanda, cuyo país, uno de los más solicitados como destino vacacional del Pacífico, apenas alcanzará el 25% de los turistas que captó antes de la epidemia. El conjunto de la industria, en todo el mundo, “va a tener la necesidad de resetear sus negocios”, dice Monchy, para quien el desafío neozelandés es “atraer a visitantes de alta calidad”; es decir, con elevados poderes adquisitivos o, cuanto menos, con capacidad de gasto para “disfrutar de opciones con algún atractivo diferencial”. Para lo cual tendrá que emplear, al menos, tres años. “Es momento de reconstruir distintas partes del sistema”, avanza.
Los últimos datos estadísticos de la OMT, sólo compilados, sin incluir aún en informes periódicos, hablan de un alza del 58% en la tasa de ocupación en abril, de un 22% de aumento de alquiler de apartamentos, hoteles u otras estancias vacacionales y de un 32% del sentimiento proclive a los viajes en todo el mundo. No obstante, la cautela por la espiral inflacionista, el peligro que se mantiene sobre las repercusiones del conflicto bélico de Ucrania y el deterioro de la economía y la contención del consumo, se ha trasladado a las reservas de billetes de avión, que siguen un 70% por debajo de su comparación con abril de 2021, que se alinea con el retroceso del 69% de las reservas de hoteles. Es decir, que existe una bolsa considerable, más que notable, de viajeros que esperarán al último momento para tomar la decisión definitiva de desplazarse.