La caída productiva del oro en 2020 vino ocasionada por las restricciones productivas en centros mineros de varios de los países exportadores -en especial, en Perú y Sudáfrica-, lo que, unido a los riesgos desatados por la recesión mundial, condujo el precio de la onza a un promedio anual de 1.773,73 dólares y una revalorización del 24,43%. En 2019, otro ejercicio de ajetreo por las hostilidades comerciales y las tensiones geopolíticas, el repunte interanual fue del 18,83%, con una cotización media de 1.393,34 dólares, en el que el metal precioso por excelencia recuperó su lustre de valor refugio para inversores en tiempos convulsos. El inicio del despegue del ciclo de negocios post-Covid ha virado los planes productivos. Los proyectos de extracción vuelven a emitir señales de alta capacidad. Hasta el punto de que los países suministradores de oro han establecido un horizonte de oferta estable a los mercados para los próximos cinco o siete años. De momento, en 2021, aportarán 5,9 millones de onzas más, un aumento “histórico” del 6%.
El dato global, sin embargo, no evitará descensos continuados por agotamientos de yacimientos y reservas de oro. Más de las tres cuartas partes de esa reducción extractora -calculada en unas 810.000 onzas- se localiza en Australia y Rusia. Con escasas posibilidades de ampliación de sus capacidades en los próximos cinco o siete años. Pero su caída será ampliamente cubierta por la proliferación de nuevos proyectos tras la epidemia y la reapertura de la mayor parte de centros operativos. Las restricciones a la minería se han levantado en localidades como Malartic, el Lago Detour o Meadowbank, en Canadá, en Peñasquito (México), Veladero (Argentina) o en Fruta del Norte, en Ecuador. Complejos mineros que aportarán 873.000 onzas a la producción de 2021, el 20% de los 4,4 millones de onzas de incremento de sus proyectos operativos que han previsto, de forma conjunta, para el lustro en curso. La mayor parte del aumento productivo de este año acontecerá en América. Con 3,8 millones de onzas más. Impulsado por nuevos proyectos como el de Buritica, en Colombia, y Lindero, en Argentina. Aunque también por centros inaugurados en la desescalada fuera del Nuevo Continente. Como el de Sanbrado, en Burkina Faso, o el turco de Oksut, que aportarán más de 150.000 onzas cada uno en su primer año completo de puesta en el mercado. Ambos obtuvieron sus licencias y emprendieron extracciones a mediados del año pasado, según S&P Global Market Intelligence.
La rémora productiva global se localiza en Australia, pese a que, en 2020, apenas redujo un 1% su capacidad de suministro de oro por la epidemia. Este año, el descenso será del 1,5%. Aunque las predicciones hablan de paulatina recuperación a partir del próximo ejercicio. También por el incremento de nuevos proyectos extractivos; sobre todo, en Karlawinda, en la parte occidental de su territorio.
Desde mediados de 2020, han iniciado su andadura 17 nuevos centros mineros de oro. Aunque sólo el de Buritica se espera que produzca más de un millón de onzas en los próximos cinco años. Con Sanbrado muy próximo a esta cota, con unas previsiones oficiales de 915.694 onzas entre 2021 y 2025. El repunte del oro en los mercados también se explica por la aparición de planes expansivos de startups como Gold Fields y su proyecto Salares Norte, en Chile, que está a la espera de recibir el visto bueno de las autoridades del país sudamericano para iniciar actividad en 2023, y que baraja unas perspectivas de suministro de más de 1,4 millones de onzas a finales de 2025. O Haiyu, otra startup, china, que lidera la capacidad de extracción a medio plazo entre las nuevas minas para el periodo 2021-2025. Haiyu se convertirá en la mayor firma de minería de oro bajo el mar. Su centro de operaciones es la Bahía Laizhou, en la provincia de Shandong. Si bien, en la actualidad, ocupa el trigésimo tercer puesto en el ranking de principales activos del sector. El mayor de ellos lo ostenta Nevada Operations, en 'joint Venture' con las firmas Barrick Gold y Newmont, que esperan alcanzar una media de más de 3,7 millones de onzas anuales en el periodo 2021-2025 y poniendo en el mercado 18,3 millones en el lustro actual.
El hub Nevada y Murantau, de Uzbekistán, son los únicos focos productivos globales capaces de abastecer el mercado con más de 10 millones de onzas en los próximos cinco ejercicios. Aunque Freeport-MacMoRan Grasberg, en Indonesia, y PJSC Polyus Olimpiada, en Rusia, superarán el listón del millón anual. Todas ellas, excepto Nevada, se consideran mineras tradicionales, con más de diez expansiones extractivas en los últimos 25 años. Nevada ha operado bajo fórmulas societarias diversas desde 1965. Mientras Kibali (República Democrática del Congo) y Detour Lake, en Canadá, dentro del top-ten de principales activos de oro, son las firmas más jóvenes al operar desde 2013.
El repunte extractivo se achaca, en gran medida, al éxito generalizado de los trabajos de sondeo y exploración, así como al incremento de las reservas de oro, que han empezado a marcar cotas netas positivas por primera vez desde 2012. El primer factor, la exploración, ha recalculado el tonelaje de reservas. Hasta los 1.570 millones de toneladas a finales de 2020. Mientras el stock de reservas ha retrocedido, desde 2012, en 3.690 millones de toneladas que, sin embargo, se han visto holgadamente cubiertas por el refino de 13.220 millones de toneladas de material de oro procesado. En la actualidad, al finalizar el primer trimestre de 2021, los inventarios de oro se sitúan en 29.820 millones de toneladas. Con una graduación de 1,16 gramos por tonelada.
Geográficamente, los proyectos con mayores inversiones en exploración de oro se focalizan en América y Australia. Los señalados con un potencial más preciso de crecimiento o, en su defecto, de mantenimiento de sus niveles productivos actuales. De forma más concreta, EEUU y Canadá son las únicas latitudes en las que se espera crecimientos a partir de 2026, por encima de los 1,7 millones de onzas que esperan ofertar en 2021. También Australia superaría su puesta en valor en el mercado, con un alza del 16,5% respecto a su producción de 2021. Si bien mediante el uso de sus reservas. Lo que revela dificultades en su poder de extracción en sus fuentes actuales.
Los fondos canadienses, tanto de reservas como de producción de todas sus minas operativas y con los actuales proyectos en desarrollo, han venido aumentado en los últimos cinco años, hasta superar los 124 millones de onzas desde 2016; incluidos 38 millones de toneladas de reservas. El vecino del norte estadounidense ha sido el país con mayor inversión durante el periodo 2016-2020, con más de 3.630 millones de dólares, que ha conferido a sus empresas rentabilidades de signo positivo y mayor capacidad competitiva, en costes, hasta el punto de vender sus onzas a sólo 29 dólares, mientras la media global ha sido de 46 dólares.
El panorama de la década actual, según S&P Global Market Intelligence se atisba estable, pero condicionado al respaldo financiero de los futuros proyectos mineros. Los catalogados de baja rentabilidad, apenas suponen el 12% de los que se mantendrán en activo en 2026. Mientras que la prolongación de la producción se asienta sobre las inversiones en nuevos planes de extracción, que sostendrán una oferta en el mercado de entre 106 y 107 millones de toneladas hasta 2027. Un año antes subsistirán el 80% de las minas actualmente en activo. Mientras las reservas serán las que suministren puntualmente el 10% de la oferta del mercado. El horizonte de la década se torna despejado. Con inversiones continuadas y el apoyo oficial de las jurisdicciones nacionales a las labores de exploración, que extenderán la vida de las minas actuales y fomentará el impulso de nuevos complejos extractivos. El precio medio de la onza, al cierre de la semana pasada, era de 1.788 dólares, si bien registra un descenso leve, del 3,01%, según Macro Trends.