En el caso de Meliá Hotels, las cifras de ingresos y ocupación registradas y las reservas para el resto del año (un 36% más que en las mismas fechas de 2019) hablan por sí solas. Según el Barómetro del Turismo Mundial de la Organización Mundial del turismo, (OMT), las llegadas de turistas internacionales podrían situarse en 2023 entre el 80 y el 95% de los niveles prepandémicos, dependiendo de factores como una eventual ralentización económica – el principal riesgo percibido por los expertos de la organización- y del ritmo de recuperación de los viajes en Asia-Pacífico, confiando asimismo los expertos en una positiva temporada alta (aún mejor que la de 2022) en el Hemisferio Norte ( de mayo a agosto).
Por su parte, el Consejo Internacional de Viajes y Turismo, World Travel & Tourism Council’s (WTTC) principal organización privada del sector a nivel internacional, muestra en su último Estudio de Impacto Económico cómo el sector cerrará 2023 con una contribución económica muy similar (95%) a la de 2019, (el mejor año de su historia), así como recuperará el 95% del volumen de empleo -también récord- del último ejercicio pre-pandemia, unos 300 millones de empleos en todo el mundo. El WTTC también pronostica que en 2024 superaremos los números de 2019, con el impulso de la reactivación de los viajes internacionales de los viajeros chinos, y que el turismo será un sector de crecimiento durante los próximos 10 años.
Tras esta positiva evolución hay una realidad social innegable: el resistente “deseo de viajar”, que desafía incluso las tensiones inflacionistas, el incremento de los tipos de interés, las turbulencias en mercados como el energético y la amenaza de desaceleración en algunos mercados. Porque a pesar del efecto “botella de champan” sobre la demanda turística, que se inició en el segundo trimestre de 2022 tras la retirada de las restricciones, la solidez de esta recuperación, y la persistencia de sus efectos, con mejoras mes tras mes y semana tras semana de las reservas, parecen consolidar un comportamiento más estructural de la demanda, más allá de la coyuntura post-pandemia: lo que algunos comienzan a denominar el “nuevo boom del turismo”, sustentado en la creciente prioridad que los consumidores de todo el mundo otorgan al turismo y los viajes en sus hábitos de vida y consumo, anteponiendo en general las experiencias al consumo y la adquisición de bienes materiales.
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En España, a pesar de ser el sector económico más castigado por la pandemia, el sector turístico es el que ha tenido una mayor capacidad de recuperación, y ha sido fundamental para mantener el nivel de nuestra economía en tiempos muy complejos. Pero nuestro presente y futuro no están exentos de retos, tanto para las empresas, que en muchos casos han acumulado un elevado endeudamiento durante los años de pandemia que les ha colocado en una situación de desventaja respecto al resto de sectores de la economía española, como para los propios destinos turísticos, muchos de ellos obsoletos y necesitados de una reconversión para evitar seguir perdiendo competitividad, lo cual podría poner en peligro la sostenibilidad del modelo turístico español.
Como establece la declaración de las Naciones Unidas en el Dia Mundial de la Resiliencia del Turismo, recientemente instituído, el turismo puede contribuir a las tres dimensiones del desarrollo sostenible y afrontar desafíos como la lucha contra el cambio climático, la digitalización o el desarrollo de un modelo inclusivo y sostenible, pero sólo puede hacerlo a través de la colaboración público-privada. Por ello debo insistir en la reivindicación que venimos haciendo desde Exceltur, para una urgente reasignación de los potenciales recursos de fondos europeos NEXTGEN nuevos ó aun sin adjudicar, para el Turismo, destinándolos a actuaciones transversales y verdaderamente transformadoras para destinos pioneros que abarquen diversos territorios. O en la reasignación de recursos de otros ministerios (Fomento, Transición Ecológica, Economía, Exteriores…etc.) para aplicar a proyectos de transformación turística en múltiples ámbitos como Costas, Intermodalidad, Visados, etc, así como un replanteamiento del proceso de elaboración de la estrategia Turística 2030, que parta de una visión y objetivos mucho más claros y deseables.
Proponemos, en definitiva, aprovechar los “vientos de cola” de la resiliente demanda turística, para impulsar la nave del turismo español de una forma estructural y sostenible, pero siempre desde una perspectiva estratégica y basada en la colaboración público-privada. Solo así llegará a tiempo, y a buen puerto.