Cualquier lector que se haya asomado a una crónica bursátil en el último año y medio habrá visto cómo el escenario de subidas de tipos acometido por bancos centrales como la Reserva Federal y el Banco Central Europeo (BCE) ha afectado a las cotizaciones de las acciones en Bolsa.
De hecho, las esperanzas de recortes de tipos en 2024 habían sido gasolina para los mercados en el primer trimestre del año, pero se han ido desvaneciendo poco a poco: si bien sí se espera que el BCE comience a bajar tipos en junio, en el caso de la Fed estadounidense los analistas esperan ahora que no haya movimientos al menos hasta septiembre.
¿Cuál es la razón por la que los inversores están tan pendientes de la política monetaria? En una situación de tipos de interés elevados, las acciones suelen sufrir ya que los inversores prefieren acudir a otros instrumentos que ofrecen tipos elevados y evitar los mayores riesgos que implica la Bolsa.
Sucede todo lo contrario cuando los tipos son bajos: sin retribución del dinero, históricamente el inversor opta por asumir más riesgos y acudir a la Bolsa con el fin de que sus ahorros no pierdan poder adquisitivo por la subida de la vida.
A ello se suma además un efecto directo en las empresas, especialmente aquellas más endeudadas. Con tipos de interés más altos, el coste de la nueva deuda que emiten para crecer o para refinanciar lo que ya deben es más elevado, afectando a sus beneficios. Cuando baja la factura del pago de intereses de su deuda, ese dinero va a su cuenta de resultados y empuja a la subida del precio de las acciones.
Tradicionalmente, los bancos centrales bajan los tipos de interés para impulsar la economía y los suben para enfriarla y ralentizar la inflación. Actualmente el BCE tiene su tipo de referencia en el 4,5%, su máximo de dos décadas, pero se espera que comience a bajarlo en verano de este año. La reserva Federal estadounidense mantiene sus tipos de interés de referencia en un rango entre el 5,25% y el 5,50%, y no se espera que los baje al menos hasta septiembre.