Nos guste o no, el sistema es perverso, capitalista y en cierto modo ¡egoísta! Vivimos en un mundo democráticamente establecido y con un orden económico capitalista. Antaño, en época medieval, la economía se regía por la agricultura y las crisis venían dadas de una mala cosecha. Tras la revolución industrial, el mundo aceleró su progreso y la codicia en forma de acción humana consiguió que el mundo entero lograra un ritmo de progreso jamás conocido.

Dicho sistema capitalista, ha aniquilado el monopolio de la riqueza en manos de pocos y ha logrado la capacidad de que el poder en forma de bienestar se desplace definitivamente de la monarquía a la burguesía. Las oportunidades son para todo el mundo, pero no podemos negar lo evidente; ¡el 80% de la riqueza está en manos del 20% de la población!

Nuestro sistema económicamente capitalista entonces, sugiere que el epicentro de todo es el capital; el dinero. Los bancos centrales tienen el poder de administrar el flujo de dinero a su conveniencia e inyectarlo a los bancos privados para que ellos lo dispongan a su criterio. Los bancos, gestionados por aptitudes y actitudes humanas, han demostrado que no escapan de la locura y que el delirio de las masas en los últimos años, han sumido a la sociedad en un caos muy cercano a la gran depresión que azotó al mundo en 1.929 y lo cambió para siempre.

La riqueza se genera por una gran idea de negocio (Apple; con su iPod, iPhone y iPad), por herencia o especulando. Heredar pueden unos pocos, tener una gran idea y venderla en todo el mundo es algo extraordinariamente escaso, pero la especulación es el negocio más antiguo de la humanidad. Se especula antes de que exista el dinero. El trueque es la forma más básica de especulación. Sea como fuere, bien si especulamos o si tenemos una gran idea, lo que mueve a la humanidad es la acción humana, promovida en cierto modo por la codicia, la codicia de dinero o simplemente la codicia de estar en lo cierto y dejar algo que dé sentido a nuestro paso por la vida. ¡Lo que hacemos en esta vida, tiene eco en la eternidad!



Es por lo tanto crucial la importancia en el manejo del capital. Sin fondos especulativos no tendríamos arriesgadas apuestas con ideas como Facebook, Google, Twitter y sin el dinero no tendríamos mercados de liquidez. Los mercados de capitales, no son más que plazas en las que comerciamos con dinero. El estado puede construir un estado del bienestar, con infraestructuras que mejoren nuestra vida y que permitan el progreso económico gracias a la financiación externa lograda por su acceso a los mercados de deuda pública. Las empresas pueden invertir en nuevos proyectos o salvar miles de puestos de trabajo gracias a una ampliación de capital y los emprendedores pueden emprender y crear gracias al capital de empresarios que quieren diversificar. Los agricultores pueden cubrir sus cosechas antes de recogerlas y los estados pueden asegurar el coste energético gracias a los mercados de materias primas. Las empresas pueden reinvertir sus beneficios comprando acciones propias, creando valor para sus accionistas o bien venderlas para obtener financiación extra. Gracias a los mercados de capitales, podemos comprar una vivienda o un coche a través de los préstamos que provienen de los depósitos privados o de la financiación de los bancos centrales. Como expongo, ¡el flujo de capital es absolutamente necesario, justo y adecuado para que funcione nuestro sistema!

Los bancos centrales, deben vigilar la inflación en el caso de Europa y a su vez el crecimiento en el caso de USA. Estos mandatos, provocan políticas expansivas, como por ejemplo subir tipos de interés para frenar la soberbia social, en forma de gastos ineficientes por parte de los empresarios o para mejorar la eficiencia del mercado laboral, perjudicada por la falta de competencia provocada por el casi pleno empleo. En momentos de abundancia de liquidez, los banqueros necesitan ser autoritarios y controlar la codicia y en época de vacas flacas, ser tolerantes con nuestros errores e inyectar liquidez bajando tipos de interés, para de este modo recuperar el gasto público y privado y mejorar el empleo y la producción.



Pero el sistema tiene un fallo, un fallo en forma de destrucción de valor. Es justo cuando la codicia domina el ciclo expansivo y el flujo de dinero está en manos de líderes irresponsables, cuando el ciclo se enfrenta a la fase de vender castillos en el aire, nada más y nada menos. En dicha fase, el derroche del crédito bancario se convierte en dinero especulativo. La codicia busca el dinero fácil y en ese justo momento evitar una burbuja provocada por la sobrevaloración de activos se antoja como la principal función de los estados y bancos centrales. En esta crisis, la grave burbuja financiera provocada por el mercado inmobiliario ha tenido devastadoras consecuencias en el sistema capitalista y todo el dinero destruido ha lastrado el crecimiento económico global en el último lustro.

En los últimos años, considero que las autoridades monetarias han actuado mal, de forma reactiva e irresponsable, inyectando liquidez con una única finalidad; ¡salvar los bancos! El temor a un colapso o la influencia de un lobby poderoso, ha permitido que por ejemplo, en USA se haya inyectado la friolera de 2 trillones de USD en forma de tres quantitative easing y en Japón se haya optado por inyectar masa monetaria sin precedentes para tratar de sacar de una vez la economía nipona de la deflación.

¡No nos engañemos! quien va a sacar occidente de la crisis es el tejido empresarial, concretamente el pequeño y mediano empresario y éste únicamente podrá actuar si el dinero llega en forma de crédito y a un precio razonable. Los bancos, centrados en rebajar su activo más que en prestar, disponen de gran cantidad de liquidez que no llega a la economía real y no hago demagogia barata si digo que el destino de ese dinero no ha ido hacia el balance de las pymes. ¿Alguien tiene dudas de dónde ha ido a parar ese dinero? Efectivamente, a los mercados de deuda pública para comprar bono español y bono italiano. Estas operaciones, significaron unos beneficios récord para la banca, capacitada para generar beneficios de la nada, pero incapacitada para prestar a un precio competitivo y coherente para poder reavivar la economía. Nos guste o no, el mundo está dominado por el sistema financiero y como decía, el capital es la esencia de nuestra manera de vivir. Hoy el mundo se enfrenta a una decisión que puede marcar los próximos 5 años, puesto que puedo afirmar que la crisis financiera se ha superado, pero como he defendido en muchas ocasiones, el sistema capitalista ha estado cerca del fin y la única manera de salvarlo es la necesaria y exigible reiteración de crisis, puesto que para sacar al mundo de la crisis subprime tras la quiebra de Lehman Brothers, fue necesaria la nacionalización del sistema financiero. Pasar a la esfera pública una crisis privada, aniquiló totalmente el estado del bienestar que durante tantos años se había construido y pasamos de la crisis subprime a una nueva recesión causada por la crisis de deuda soberana. La reordenación financiera, dió paso a las reformas estructurales y los bancos centrales dieron paso a una nueva crisis; ¡la deflacionista! Hoy el mundo se está preparando para otra nueva crisis, ya que la retirada de los estímulos, para reducir el déficit público en USA y evitar así el abismo fiscal, tendrá seguro graves consecuencias en forma de desaceleración e incluso recesión, volatilidad en las bolsas y posibles ataques especulativos en el mercado de bonos americanos. Los bancos centrales tienen la palabra y mientras las bolsas mundiales siguen su proceso de consolidación tras el enorme esfuerzo alcista, los datos macroeconómicos siguen manifestando una clara controversia en el debate de la FED, que estoy convencida que decidirá mantener su proceso de compra de bonos, mientras los datos no muestren una tasa de paro en torno al 5,5% y observemos síntomas evidentes de que la economía global sigue un camino imparable hacia lo que probablemente sea la última crisis, ¡la inflación! de este largo divagar, que no olvidemos, ha mantenido al mundo capitalista al borde del abismo.