De esta forma, el Gobierno de Mariano Rajoy habrá impuesto a la banca en dos tandas un saneamiento de sus activos inmobiliarios que superaría los 75.000 millones de euros, dado que a los 54.000 millones iniciales se sumaría una cifra aun no determinada, pero que se situará entre 20.000 y 40.000 millones.

A falta de conocer los detalles finales de la nueva reforma, algunos banqueros han puesto ya el grito en el cielo por lo que consideran un "despropósito" debido a las consecuencias que puede tener en el sistema financiero español.
La nueva reforma supone un cambio en el planteamiento inicial que hizo el ministro de Economía, Luis de Guindos, poco después de acceder al cargo, cuando anunció que la banca necesitaba sanearse en unos 50.000 millones de euros para eliminar el riesgo inmobiliario.

La explicación está en que la nuevas provisiones recaerán sobre la cartera de préstamos de la banca al sector constructor y promotor que hasta ahora se considera "no problemática", unos 140.000 millones.

La exposición total de la banca española al "ladrillo" ronda los 320.000 millones y el Gobierno decidió a principios de febrero que era necesario elevar especialmente las provisiones sobre los activos tóxicos, unos 180.000 millones.
Esa partida problemática incluye préstamos morosos o con riesgo de serlo y activos adjudicados, y obligaba a las entidades a reforzar en 2012 sus provisiones en más de 40.000 millones, siempre que no se acometieran fusiones, lo que daba una prórroga de un año.


En cuanto a los activos no problemáticos, los 140.000 millones, en ese momento Economía pidió a las entidades que reforzaran también sus provisiones hasta un 7 % para cubrir esta cartera, lo que les obligaba a atesorar unos 10.000 millones.