Dell ha atravesado una senda llena de baches en los últimos tiempos. El descenso de las ventas de ordenadores personales, con el incremento de las ventas de tabletas y dispositivos móviles ha herido los resultados de la compañía. La empresa tecnológica no ha sido capaz, por el momento, de encontrar la manera de adaptarse al nuevo mercado, tocado por la subida de los ingresos de sus principales competidores: Acer y Apple. (Ver gráfico)
En el segundo trimestre del presente año no llegaron a alcanzar sus expectativas y el nivel de ingresos se mantuvo plano, mientras que el beneficio descendió un 70% con respecto al mismo periodo del año anterior. Pese a que el sector estaba ralentizándose, el beneficio por acción de Dell se reducía de forma considerable con respecto al resto de firmas del sector. Tanto es así que los analistas de Morgan Stanley prevén que su beneficio caiga más de un 40% este año.
Y eso sea, quizá lo que busca el fundador de la compañía, encontrar una salida. Todo empezó en el mes de febrero. Por entonces Michael Dell decidió, conjuntamente con Silver Lake Management, fondo de alto riesgo, comprar el porcentaje que no controlan de la empresa y sacarla de bolsa para poder controlar mejor la gestión de una sociedad en problemas. Sin dar explicaciones a otros accionistas.
En un primer momento, y con los títulos tocando un suelo bastante bajo, lanzaron la propuesta a sus accionistas para que recibieran por cada acción 13,65 dólares. Es decir, un 37% más de lo que habían estado cotizando durante los 90 días anteriores.
Esta oferta no sentó demasiado bien en ciertos sectores que conformaban el accionariado de la compañía. Principalmente, la fracción liderada por el inversor influyente y multimillonario Carl Icahn. El neoyorkino no veía con buenos ojos la valoración que hacía Michael Dell de su compañía y consideraba que todos los accionistas podían sacar mayor tajada en la operación de venta de la empresa.
Pese a que la presión que ejercía era bastante importante y obligaba al fundador a atrincherarse, además de redefinir su propuesta, solamente conseguía aplazar una y otra vez la votación en la junta de accionistas. No había manera. Nadie sacaba de su enrrocamiento al líder de la tecnológica y la revisión de la oferta mínimamente al alza seguía sin convencer a muchos.
Ante tal clima de incredulidad y sabiendo que posiblemente se sacaría más réditos en la operación, Icahn amplió su participación en Dell a principios de agosto incrementándola hasta el 9%. De hecho, poco después Michael Dell salió en escena para certificar, en efecto, que lanzaba una nueva propuesta. Se trataba de una subida hasta 13,75 dólares por título. Tampoco generó ninguna claridad en los principales inversores. Se volvió a posponer la votación.
Llegó el momento
No pasaron muchos días, más bien lo contrario, para que se pusiera sobre la mesa la última opción. A los 13,75 dólares por acción se le sumaría un dividendo especial que haría sumar un total de 13,96 dólares por título. En ese punto se plantaron. No había otra alternativa para los inversores más que estudiarlo y aceptarlo. No obstante, no fue así para Icahn.
El multimillonario de origen judío decidió llevar el asunto a los tribunales ante lo que consideraba una injusticia moral: Ni la compañía valía tal cantidad de dinero, ni los accionistas debían ser tan mal tratados. No le sirvió de mucho. Poco cesaría sus intentos de torpedear la operación y acabó aceptando resignado a través de una carta a los inversores, en el día de ayer, el plantel expuesto por Michael Dell y Silver Lake, pese a considerar que la actitud llevada a cabo por este primero había sido dictatorial. Y así finalizó la pesadilla mientras que las acciones se han mantenido planas en Wall Street en los últimos días. (Ver noticia)