Cuando el máximo responsable de la institución monetaria salió a escena para volver a señalar que estaba dispuesto a tomar las medidas que fueran necesarias en aras de llevar a la economía europea a terrenos seguros, no se esperaba lo que a continuación iba a producirse. Principalmente porque una de sus principales pretensiones, que era la de llevar al euro a una mayor depreciación y a cotizar en paridad prácticamente con respecto al dólar, quedó frustrada.

La mayoría de los analistas no encuentran una explicación lógica a largo plazo de este movimiento. Aunque sí apuntan que este cambio de evolución en sendas divisas responde a que estas decisiones del Banco Central Europeo de sacar la manguera de la liquidez y de dotar de las herramientas necesarias a la Eurozona para recuperar los niveles de inflación fue consecuencia de que el miedo sobre una posible ralentización económica es natural y real como la vida misma. Es el mayor ancla que estriba entre el Viejo Continente y la primera economía del mundo.

Esto ya empezó a reflejarse en el euro, apreciándolo. Como consecuencia, los avisos se tornaron en hechos y Draghi sacó toda la artillería posible anunciando una rebaja de los tipos de interés hasta el 0% y el aumento de la tasa de depósitos. Pero, una vez más, vuelta a lo mismo: la apertura de la puerta a medidas más agresivas castigó al EURUSD para que superara de nuevo la zona del 1,12.

¿Por qué? Principalmente porque se empezaba a descontar que la subida de tipos de interés por parte de la FED iba a ser más laxa de lo que en un principio se esperaba y porque los miedos a una situación aún más sombría, bañaba de oscurantismo el panorama global. Como así fue. Janet Yellen trasladó a todo el mundo un mensaje más dovish del esperado, lo cual también tuvo su repercusión directa en las monedas de las dos grandes potencias.

Sea como fuere así es como se ha terminado trasladando en el mercado de divisas.
Hasta el punto de que el euro-dólar se ha revalorizado hasta un 8% en el último año cuando marcó niveles mínimos en el 1,0482. Desde entonces se ha producido un cambio de tendencia notorio que ha ido acrecentándose en la medida que todos los hechos citados anteriormente se fueron constatando.



Sin embargo, esta apreciación del euro ha sido más relevante desde diciembre del pasado ejercicio. Desde entonces es cuando se ha producido la mayor parte de la subida. De los niveles del 1,0573, hasta cosechar los máximos más recientes en el 1,1450. Esto supone un avance de más del 7% desde esos niveles más bajos del 2015.

Por su parte, los analistas no ven que este impulso alcista tenga mucho más recorrido del que ya ha mostrado hasta el momento. Según Sara Carbonell, analista de CMC Markets, el par para finales de año o para el medio plazo “lo lógico sería que estuviese entre el 1,07 o 1,10”. Por el contrario, sí que cree que en el corto plazo “es verdad que hay un nivel de soporte en los niveles de 1,13 y es verdad que podría mantenerse sobre el 1,14”. En este sentido añade que desde un punto de vista estrictamente teórico “tendríamos que haber asistido a la depreciación del euro después de los anuncios del banco central”.

Aplicando nuestros filtros técnicos lo que observamos es que el euro-dólar traza una tendencia al alza en el medio y en el largo plazo. En estos momentos el par se encontraría en fase alcista y es por ello que tiene una puntuación de 8,5 puntos en una escala que oscila entre el cero y el diez



Todas las variables se encuentran en positivo: tanto el momento total lento y total rápido, que son positivos; como el volumen, que es creciente en el tiempo. El único aspecto que queda contrarrestado por el resto es el de la volatilidad a largo plazo, que es creciente en estos momentos.

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