La mayoría de los seres humanos no son conscientes de que comparten espacio corporal con trillones de microbios, hongos y bacterias. Las bacterias son microorganismos unicelulares que viven en casi todas las partes del mundo y son capaces de sobrevivir en condiciones extremas de temperatura y presión. Las que viven en el cuerpo humano se encuentran, en su gran mayoría, en el sistema digestivo y forman lo que se conoce como flora intestinal, flora bacteriana o microbiota intestinal. La existencia de estas bacterias intestinales es muy beneficiosa para el sistema inmune, así como para el estado de ánimo, pues cuando hay problemas estomacales no se suele estar de muy buen humor.

La microbiota intestinal se adquiere desde el vientre materno y se mantiene estable hasta los tres años. En su desarrollo influyen muchos factores que pueden alterarla, como el tipo de nacimiento, la dieta o el uso de ciertos medicamentos y antibióticos. “La dieta es el factor externo que más influye en la microbiota, aunque no el único, pues el estrés, el sedentarismo o el consumo de alcohol y tabaco pueden desequilibrarla y favorecer la aparición de enfermedades e intolerancias alimentarias que debilitan el sistema”, explica la doctora María Orera, médica genetista de Health Diagnostics Quirónsalud y Quirónprevención.

El equilibrio que existe entre la microbiota y el organismo es perfecto. Mientras las bacterias protegen de enfermedades y agentes patógenos y ayudan a metabolizar los alimentos, el organismo les ofrece un lugar donde vivir. Además, mantiene el sistema inmunitario alerta, estimulando la producción de defensas constantemente, participa en la producción de energía y vitaminas como la vitamina K y algunas del grupo B y combate las agresiones de otros microorganismos sobre la mucosa. “El 90 por ciento de los microorganismos presentes en la microbiota intestinal son bacterias Bacteroidetes y Firmicutes, pero también hay, en menor cantidad, Proteobacterias, Arqueas, Hongos y Protozoos. Es fundamental mantener la proporción adecuada entre estos microorganismos para asegurar el equilibrio y la funcionalidad de la microbiota”, añade la doctora Orera.

Dada la importancia que tiene la microbiota intestinal en la salud, cada vez hay más personas que quieren saber de qué manera pueden influir estas bacterias en el riesgo de padecer ciertas enfermedades, alergias, obesidad o incluso cáncer. Para conocer la cantidad de microorganismos que hay en el aparato digestivo se realiza un análisis de la microbiota intestinal bacteriana. Este análisis se hace a partir de una muestra de heces donde se analiza el ADN microbiano. “Mediante una sola secuenciación directa del ADN extraído de la muestra se pueden identificar más de 35.000 organismos y clasificarlos taxonómicamente, y así determinar los factores que perjudican o benefician al intestino”, especifica la médica genetista.

Existen ciertas enfermedades que tienen su origen en una alteración de la microbiota como consecuencia de una alteración alimentaria, la edad, alguna infección u otras patologías. El desarrollo de enfermedades intestinales, el estreñimiento o la celiaquía están relacionadas directamente con estas bacterias. La enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa, ambas enfermedades inflamatorias intestinales, tienen su origen en un desequilibrio de la microbiota, así como la infección por Helicobacter Pylori, que puede desarrollar gastritis, cáncer de estómago y úlcera gástrica, a pesar de ser una enfermedad asintomática. Realizar un análisis de microbiota intestinal cada cierto tiempo es importante para “identificar cambios que sugieran la existencia de problemas de salud como una enfermedad cardiovascular o determinar qué alimentos gustan más o menos a los microorganismos y así favorecer el desarrollo de poblaciones beneficiosas para prevenir algunos trastornos”, indica la doctora María Orera. 

Cuando se detecta alguna patología que afecta a la microbiota se puede tratar con prebióticos y probióticos, dos sustancias que se encuentran en muchos alimentos y que son convenientes para equilibrar la flora intestinal. Los probióticos, por ejemplo, ayudan a mejorar la digestión y están presentes en yogures, quesos y alimentos fermentados. La absorción de ciertos minerales que hay en la cebolla, la soja, los plátanos, las manzanas, las legumbres, los puerros, las alcachofas, las semillas y los frutos secos ayudan a mejorar la flora intestinal y, por tanto, la microbiota.