La preocupación por el medio ambiente se incrementa, por tanto, al mismo ritmo que también lo hacen estas nuevas opciones de financiación. Y un ejemplo muy ilustrador es la emisión global de bonos verdes, que ha superado los 100.000 millones de dólares solo en lo que va de 2019 y se espera que esta cifra escale entre los 180.000 y 250.000 millones para finales de año, según datos de la Iniciativa de Bonos Climáticos (CBI).
Esta tendencia internacional, implantada ya en las economías más importantes del planeta, no pasa de largo en España, pues solo durante el primer semestre del año las empresas y organismos públicos de nuestro país ya habían captado con este tipo de deuda casi 6.800 millones de euros, es decir, más de todo lo que recaudaron por la misma vía en 2018.
Pero ¿qué es exactamente un bono verde y en qué se diferencia de otros tipos de deuda? Un bono verde es un título de crédito emitido por una institución pública o privada cuya emisión se destina exclusivamente a financiar proyectos que promuevan la protección y conservación del medio ambiente.
Es decir, un bono verde se distingue de un bono tradicional por el destino final de sus fondos. Por ejemplo, mientras que los bonos del Estado tienen como objetivo financiar el déficit público, la finalidad de los bonos verdes pasa por financiar un proyecto sostenible que contribuya a mejorar las condiciones del planeta.
Así, según establecen los Green Bond Principles, proyectos de economía ecológica o energías renovables, iniciativas para construir edificios eficientes, medidas para reducir la contaminación o impulsar la movilidad sostenible son susceptibles de financiarse a través de una emisión de bonos de este tipo.
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Y, aunque su volumen todavía es bajo en comparación con el total de deuda emitida, se trata de un mercado por el que los inversores, sobre todo los institucionales, comienzan a apostar. De hecho, Grenergy Renovables, la multinacional española de energías renovables, anunció el registro del primer programa de bonos verdes del Mercado Alternativo de Renta Fija (MARF) por importe de 50 millones de euros.
Pero más allá de Grenergy, grandes del IBEX 35 como Iberdrola, Santander o Telefónica; o incluso países como Polonia, Francia o China también han emitido los suyos. Porque cualquier entidad con calificación crediticia puede hacerlo con el objetivo de mostrar una transición de su negocio hacia un modelo mucho más eficiente y, por supuesto, con la idea de conseguir recursos que respalden su proyecto ‘verde’.
Por su parte, los mercados de capitales y financieros apuestan por inversiones transparentes, que siguen el código de buenas prácticas y promueven los objetivos de desarrollo sostenible de la ONU, al mismo tiempo que invierten en proyectos sostenibles y fomentan el desarrollo de actividades beneficios para la sociedad y la economía.
Y, en cuestiones de rentabilidad, los expertos coinciden en que el comportamiento de estos activos en el mercado secundario es similar al del resto de bonos en un contexto de tipos de interés muy bajos.
En definitiva, la sostenibilidad es mucho más que una moda, es una meta a la que deben dirigirse todos los sectores de todas las economías de todo el mundo. Y el financiero no iba a ser menos, porque todos ganamos cuando se trata de cuidar el medio ambiente.