La vuelta de las vacaciones estivales ha traído consigo descensos generalizados en las principales plazas bursátiles europeas que, en las últimas jornadas de agosto y las sesiones inaugurales de septiembre muestran su tendencia a seguir la estela de alta volatilidad a la baja de Wall Street, con el retroceso al unísono del DOW JONES y el S&P 500. Antesala de un otoño caliente, con altas opciones de recesión en el tramo final del ejercicio dentro del mercado interior europeo y una percepción generalizada, estimulada también desde la Fed, de que los números rojos oficiales ya en EEUU podrían prolongarse varios trimestres más.
Ante esta tesitura, la incertidumbre se ha instalado con mayor virulencia aún en los mercados, a juzgar por la interpretación coincidente en JP Morgan y en Morgan Stanley. Michele Warn, la analista de estrategia en el mercado americano del primero de estos dos bancos de inversión, y Michael Wilson, su homólogo en el segundo, comparten la visión del decalaje del credit spreads o relación entre rentabilidad de los bonos corporativos y el nivel de los tipos de interés en EEUU, del que -admiten- deja un vestigio claro de que la inversión en este mercado es aún “demasiado cara” y de que el suelo inversor está lejos de aparecer mientras la Fed no ponga coto a su proceso de encarecimiento del dinero y a sus restricciones masivas, impulsadas con objeto de cuadrar sus resultados contables. Este tránsito entre su política de Quantitative Easing de 4 billones de dólares con la que ayudó a sacar a la primera economía del planeta de la fase recesiva conocida como la Gran Pandemia y derivada de la Covid-19, y el endurecimiento paulatino de su gestión en los mercados para aplicar disciplina a sus pasivos es el que tanto Warn como Wilson acaban de bautizar como Quantitative Tightening (QT) y que, a su juicio, justifica la actual inestabilidad inversora.
Ambos fueron concluyentes en sus declaraciones a Bloomberg TV. El mercado de bonos “no está en un escenario adecuado de precio en un contexto de recesión lo que se deberá corregir antes de final de año”, explica Warn, para quien, “tampoco los inversores han asumido el ajuste que se avecina bajo la QT actual de la Fed”. En su opinión, “este mes de septiembre será el momento de reconducir este desfase”. Un mes en el que la Reserva Federal tiene contemplado acelerar su periplo de consolidación contable, con una corrección de 95.000 millones de dólares, a través de operaciones de venta de 60.000 millones de bonos del Tesoro americano y otros 35.000 de activos hipotecarios. Desde junio, ha amortizado mensualmente 47.500 millones.
Wilson apunta otro aviso a navegantes. La Fed -asegura- decidió parar su recorrido alcista en los tipos de interés al iniciarse las últimas cuatro contracciones económicas, asunto que ahora brilla por su ausencia, lo que ha acrecentado la huida de capitales bursátiles junto al riesgo persistente de una inflación en niveles históricamente altos. Aun así, Wilson muestra su perplejidad porque en los últimos 200 días, periodo temporal que marca las tendencias en los mercados -precisa- no se ha establecido una línea de demarcación nítida en los mercados, pese a estas dos señales inequívocas de corrección.
Lisa Shalett, CIO en Morgan Stanley Wealth Management, matiza, sin embargo, que el ajuste no tiene por qué ser constante. “Pueden sucederse nuevas subidas”, respiros que explicarían que entre el ecuador de junio y de agosto la subida del índice S&P 500 haya sido del 15%. A pesar de la inflación desbocada, de la catapulta de la Fed en los tipos o de las tensiones geopolíticas que se precipitaron durante ese periodo, desde el punto más bajo del indicador en junio. Como en casi todos los precedentes, “existen resquicios para la inversión” aunque el sentimiento inversor debería enjuiciar en la actualidad el contexto histórico en el que se mueven las carteras. Porque se descuentan nuevas y agresivas subidas de tipos en EEUU y, en menor medida, en Europa, y el mercado laboral, paradójicamente, siguen activos en su contratación y en tasas anormalmente bajas para una fase de receso económico en ambos lados del Atlántico. Y con datos inmobiliarios y de consumo que todavía invitan a cierto optimismo a los que se unen unos beneficios privados que todavía prolongan inversiones empresariales. El mercado de bonos -afirma Shalett-, todavía confía en ver en un horizonte próximo el final de la escalada de tipos de la Fed.
En medio de este panorama, las bigtechs, según un reciente informe de Economist Intelligence Unit, ofrecen un poso de resiliencia inversora. “A pesar del deterioro macroeconómico” global y la amenaza de una recesión internacional. Entre otras razones, porque la fortaleza del dólar se ha convertido en un aliciente para sus beneficios. Y pese a que Meta, la de peor comportamiento en ingresos, con un receso en el segundo trimestre del 1%, ha manifestado un cierto retardo en su despegue. Son compañías que mantienen resultados contables fuertes, con crecimientos de varias líneas de negocios, desde los servicios en nube -por encima del 30%- a otros premium y a suscripciones que inducen a pensar que la predisposición al gasto de sus clientes sigue intacta.
Además, los expertos de IEU consideran que las bigtechs conservan amplias reservas de liquidez -por encima del billón de dólares de forma combinada- lo que las concede un paraguas protector frente a la tormenta perfecta que, parece, se avecina en otoño. “La coyuntura global se deteriora de manera contundente, hasta prever un repunte del PIB global del 2,8%”, cota por debajo del umbral del 3% que, en la terminología multilateral al uso, significan números rojos universales. Y una inflación del 9,2%. “Las supermajors tecnológicas no son inmunes a este proceso, pero se van a acomodar mejor a estos súbitos números rojos económicos con repercusión en el mercado por poseer activos fuertes”. Al término de junio, Alphabet, Amazon, Apple, Meta (Facebook) y Microsoft declararon sus resultados más modestos del último año, pero suponen una normalización de sus estados contables después del boom del final de la pandemia por los estímulos económicos y monetarios.
Ahora, bajo la tregua del trimestre estival y a la espera del otoño convulso, sus posiciones en los mercados, tanto por sus reservas de liquidez como por su tamaño, cobrarán protagonismo por su capacidad de adaptación a un posible descenso de la demanda y a los mayores costes tanto de producción como de distribución de los próximos años. Impulsadas por un dólar fuerte que intensifica aún más su vocación global, aclaran en EIU.