En este contexto, sólo la Reserva Federal se ha atrevido a mover ficha. El pasado 14 de diciembre la Fed subió el tipo de interés interbancario federal al 0,75% un año después de su primera subida de 25 puntos básicos. Los inversores lo tenían más que previsto y la única (leve) sorpresa fue que el número de subidas previstas para 2017 pasara de dos a tres.
La tentativa de normalización de tipos en Estados Unidos es una excepción en un contexto de políticas monetarias muy propicias en todo el mundo desarrollado. En 2016, el BCE volvió a recortar el tipo de depósito hasta territorio negativo y elevó el importe y el alcance de sus compras mensuales de activos.
No obstante, con el rebote de las expectativas de inflación, parece poco probable más flexibilidad monetaria en 2017 y la atención de los inversores ha regresado de nuevo hacia los signos de normalización. Pero los bancos centrales se ven obligados a extremar las precauciones dada la sensibilidad de las economías endeudadas a las condiciones de financiación.
Estas divergencias a ambos lados del Atlántico dieron como resultado que el diferencial de tipos de interés entre la deuda pública estadounidense y la alemana a 10 años, ya de por sí amplio desde que las políticas de la Fed y el BCE empezaron a divergir en 2013, se expandieran hasta un nivel no visto desde 1989.
Adrien Pichoud, economista jefe de SYZ Asset Management