Fue quien salvó al euro del ataque de los especuladores en 2012, que se habían llevado la rentabilidad del 10 años español más allá del 7%. La gente no es consciente lo al borde del abismo que estuvo España.
En esos días de angustia, un amigo-fuente me permitió estar un rato en la sala de trading de su compañía, un banco internacional. Ahí pude comprobar cómo llegaban las llamadas de los operadores, algunos de ellos entre risas, comunicando las posiciones cortas sobre todo tipo de activos españoles, animando a sus colegas a que hicieran lo propio. Por lo que pude ver, en esa firma lo hacían a medias: por un lado, se resistían por solidaridad patria (el argumento de menos peso) y, por otro, tenían serias dudas de que, si se lograba tumbar a España, fueran a cobrar sus rendimientos (eso sí pesaba algo más). Pero lo que más comentaban era “si todo el mundo lo está haciendo, no podemos ser los únicos quijotes que no lo hacen”.
El BCE tardó mucho en salir al mercado. Seguramente, demasiado. Se criticó entonces que Draghi era un funcionario timorato, que se escudaba en el mandato de control de la inflación de su institución para no hacer lo que tenía que hacer. Y, de repente, un día lo hizo: salió en una reunión y en lugar de un discurso vacío, amenazó sin titubeos a los especuladores: “haré lo que sea necesario para defender al euro. Y créanme, será suficiente”.
Aquello desató la caja de los truenos, ya que el organismo emisor tenía el súper bazooka: por mucho que intentasen tumbar una cotización con cortos, el BCE siempre iba a tener más dinero para defenderla. Los especuladores entraron en pánico y comenzaron a deshacer puts a toda marcha, no fuera a provocarles ese cañón de liquidez unas grandes pérdidas (sin duda, las que habrían merecido).
Lo malo es que esa acción, que debería haber sido un parche de emergencia, fue el modo de actuar de la Eurozona los siguientes 10 años: bazooka libre de liquidez para los estados, que llevaron los tipos de interés a terreno negativo y nos condenaron al actual periodo zombie, de decrecimiento, inflación (y deflación salarial), empresas con márgenes a la baja, sacudiéndose los costes de manera desesperada y qué más les voy a contar que no sepan.
Luego, Draghi fue parte de los Fondos Next Generation, ya que estaba en el BCE cuando se concibieron y luego fue primer ministro de Italia cuando se asignaron, tocándole a su país la nada despreciable cifra de 191.000 millones de euros. Pero, de nuevo, podemos llamar a este maná un bluff: los Next Generation son poco más que un enorme saco de deuda y no se sabe dónde aplicarla. Que se lo digan a las pymes, que, muchas de ellas, renuncian directamente a cualquier presunta ayuda ante los pequeños importes, las enormes burocracias y, sobre todo, la constatación de que están suscribiendo un crédito. Realmente, quien se está beneficiando de estos fondos son las instituciones públicas.
Los fondos maná van a Ayuntamientos, empresas públicas… una vergüenza.
¿Es mala la deuda? Al revés, puede ser muy buena. Por ejemplo, le permite a una familia comprar una casa para vivir o un coche con el que viajar. Pero si la deuda se usa tirando de tarjeta Visa para gastar sin tener en cuenta los ingresos futuros y cuando vienen los cargos, se suscribe una nueva tarjeta para hacer frente a los mismos y así sucesivamente… entonces, es muy mala. La eterna confusión entre deuda y capital, que la pyme sí identifica.
Eso es lo que ha hecho Europa en los últimos 10 años: endeudarse sin miramiento. La deuda la compraba el BCE imprimiendo dinero, lo cual generaba inflación, decrecimiento y hacía necesaria más deuda.
Una situación que nos deja en un lugar pésimo. El Viejo Continente, crisol de culturas, vanguardia de valores, cuna de avances, está ahogado energéticamente por Rusia (es el mayor importador del mundo), no logra competir con China y su modelo de sociedad, puesto como ejemplo, se hunde sin remisión, entre envejecimiento, impuestos y burocracia.
Ahora, Draghi ha entregado un interesante y no muy extenso informe sobre recuperación económica. En dos tomos. En el primero, plantea la situación, en el segundo, plantea soluciones.
Con un punto de realismo, denuncia a la Unión Europea como un pozo de regulación, burocracia y política. No hacerlo habría sido anular la credibilidad del mismo. A partir de ahí, presenta una serie de medidas de revitalización económica, con la cantinela “público-privadas”, en los sectores que todo el mundo tiene en mente: Sostenibilidad, digitalización, defensa, etc etc.
Hace un llamamiento a la reindustralización y apunta con crudeza la dependencia energética de Europa y la enorme carga fiscal de la energía. Todo correcto, pero pide inversiones de casi 800.000 millones de euros, equivalentes a más del 4% del PIB de los países, con deuda que sería mancomunada. Eurobonos, que parece que eso tiene muy buena venta en el mercado.
Pero, sin duda, Draghi debía haber sido algo más agresivo, aunque a sus 77 años tampoco estará con demasiadas ganas de rock´n roll.
Lo cierto es que Europa necesita el Euro-II. Una siguiente fase. La realidad es que la Unión Europea, el BCE y el euro son instituciones obsoletas. Hay que estudiar desde el modelo de representatividad, a las constituciones de cada país, y los papeles que desempeñan los estados. Afrontar un nuevo escenario donde la Inteligencia Artificial, el Blockchain, la computación cuántica… cambian las reglas del juego. No necesariamente a peor.
Viene un nuevo modelo de empleo y por tanto, de contrato. Y, por tanto, de pensión. La sanidad está cambiando. El modelo de cobertura de los estados está anticuadísimo ya.
¿De verdad son necesarios tantos eurodiputados y, además, la Comisión Europea? Para luego, tener un país como España, con su Congreso de los diputados con representación regional, además de Diputaciones, y 17 Comunidades Autónomas, con sus correspondientes parlamentos.
¿De verdad es necesario el Banco de España, si está el Banco Central Europeo?
Si queremos recuperar el tren económico, hay que plantear el modelo de los siguientes 50 años, como se hizo tras el Plan Marshall. Con nuevas estructuras.
Lo dejo ahí, pero una última mención: Draghi sigue denunciando el pésimo estado de los mercados de capitales europeos, que no logran una financiación adecuada. Sigamos poniendo tasa Tobin, impuestos inventados a las empresas o penalizando el ahorro particular.