Doctor en economía, un excelente profesor por las referencias que nos llegan de la Universidad Rey Juan Carlos y entre otras muchas cosas presidente de la comisión de asuntos económicos y financieros de CEIM y vocal del Consejo consultivo para la Transformación digital. Así es nuestro invitado de esta semana para los directos de Medusas Negras.
Una de las cosas comunes entre Bitcoin y el oro es que ninguno de los dos activos tiene flujos de caja. Es decir, cuando uno invierte en acciones está comprando una parte de una empresa real, por lo que tiene derecho a una parte de los activos, sus flujos de efectivo o los dividendos que corresponda. En bonos sucede algo parecido ya que tienen derecho a tu parte de los pagos de interés y capital. Estos flujos al fin y al cabo aumentan la rentabilidad y reducen el riesgo.
En cambio, si inviertes en oro, tienes derecho al oro que compraste y nada más. Ese oro ni crece ni produce dividendos. Y lo mismo sucede con el bitcoin. Aunque en el caso del Bitcoin es todavía más ilustrativo, ya que al menos el oro es un producto físico real con aplicaciones industriales y de consumo, pero bitcoin prácticamente carece de valor intrínseco.