Opinan los analistas de Morgan Stanley que si se produjera un shock en los mercados emergentes similar al registrado a finales de 1990, éste “podría afectar al crecimiento de los países desarrollados”. Es más, consideran que su impacto podría ser mayor al registrado entonces y la recuperación “podría necesitar más tiempo”.

La firma identifica tres razones por las cuales las economías desarrolladas son ahora más vulnerables a una crisis en las emergentes: “La huella de estas últimas (y en particular de China) en la economía global, en la cadena de suministro y en el comercio es mayor que en la década de los 90”. Además, las primeras están más expuestas a las segundas “a través de las exportaciones, los ingresos corporativos, la banca y mediante las carteras de los mercados desarrollados”.

Finalmente, “el punto de partida de los mercados desarrollados es más débil. El crecimiento es más frágil, las preocupaciones deflacionarias persisten y la demanda interna es un motor de crecimiento menos potente, dejando el crecimiento de los mercados desarrollados expuestos a un shock deflacionario a través de la demanda externa”.

Así las cosas, la firma se pregunta ¿cómo reaccionarían las economías desarrolladas a una crisis en las emergentes hoy en día? En primer lugar, supondría un recorte del 1,4% en el crecimiento de Estados Unidos, mientras que Japón y la Zona Euro probablemente entraría en recesión. “Unos precios más bajos en las comodities, así como unas menores rentabilidades en los bonos (gracias a la política acomodaticia de la Fed y del BoJ) podría entonces revivir el crecimiento, pero la recuperación sería débil, dado el mal punto de partida y las limitaciones de las autoridades monetarias”, explica el bróker estadounidense.

“La renta variable europea (en comparación con Wall Street o la bolsa nipona) estaría más expuesta, así como el euro y las materias primas; mientras que los bonos de los países desarrollados y el oro actuarían como refugio seguro”, señala Morgan Stanley.

S.C.