Yakarta se traslada. Las autoridades indonesias buscan nueva capital para el país musulmán más poblado del mundo. También Egipto idea alternativas físicas para descongestionar El Cairo. Una fórmula que ha encontrado el príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salmán, encargado de la modernización del petroestado por antonomasia, en Neom, la megaciudad automatizada a la que ha destinado medio billón de dólares para hacerla futurista. Con siembra de nubes, robots, vigilancia con IA y hasta luna artificial. Son tres ejemplos alejados de la ciencia ficción que ayudan a entender la dimensión que están cobrando las ciudades.
China se ha erigido en el prototipo de estos cambios. Shenzhen, la metrópolis que conecta Hong-Kong con el territorio continental del gigante asiático, es sólo uno de los botones de muestra del salto hacia la economía digital y la industria inteligente. A nivel global alberga el mayor número de empresas de alta tecnología, entre las que destacan DJI, Huawei o Tencent, fundadas en su territorio. Su entente con el sector privado se ha extendido al ámbito educativo, sanitario, inmobiliario y de transportes. Con una piedra angular: la inteligencia artificial y el big data.
La reconversión de las grandes ciudades está en marcha. Estas cinco estrategias ayudan a comprender la dimensión de esta transformación.
El fervor chino por las ciudades inteligentes
Las presiones demográficas en el país más poblado del mundo y el segundo más contaminantes del planeta ha hecho aflorar la economía urbanita. Con múltiples áreas de negocio. Morgan Stanley acaba de aconsejar a sus clientes tres nichos futuros de inversión en el gigante asiático.
El primero, en el área del consumo y de la industria online, en segmentos como el de las telecomunicaciones, firmas del denominado Internet de las Cosas y en las empresas de hardware y software. El segundo, en el terreno de lo que denomina como procesos de digitalización de la vieja economía: automóvil, logística, utilities, bancos, seguros y la agroindustria. Y el tercero, en negocios que tienen que ver con el estilo de vida de las Smart Cities, entre los que cita al transporte, la propiedad inmobiliaria, los materiales, el consumo, la educación, los videojuegos, la sanidad o el turismo.
Todos estos focos de prosperidad -dicen en el servicio de estudios de este banco de inversión- tienen que ver con el 5G, que “añadirá una capacidad de reacción informativa y de acceso a los servicios diez veces superior a la actual”, tal y como augura Gary Yu, responsable de Asia Telecoms Research.
Morgan Stanley estima que las renovaciones de redes de alta velocidad 5G pondrán en liza 400.000 millones de dólares durante la década que acaba de comenzar. O que, en 2030, habrá 27,6 millones de vehículos híbridos, el 10% del censo automovilístico actual, y que uno de cada tres será exclusivamente eléctrico. En un país que se ha enfrascado en un plan oficial para elevar hasta el 50% de su mix energético sus fuentes de energía limpias en 2030 y que ha lanzado medidas excepcionales para modificar el mapa de infraestructuras del país, con una clara apuesta por los trenes de alta velocidad y los tranvías y autobuses urbanos de emisiones cero. Algunos de ellos, ya automatizados.
Es como si hubiera dos Chinas. La tradicional, con la Gran Muralla o la Ciudad Prohibida y otras, que ha emergido desde la crisis de 2008, tecnológica e inteligente. De ciudades modernas y, por supuesto, inteligentes. Hasta ocho grandes urbes se catalogan como Smart Cities.
Pekín, la capital, se ha convertido en una ciudad más eficiente. Su Beijing Citizen Social Service Card, una tarjeta virtual que integra todo tipo de información, desde datos de identidad personal a servicios de salud, o de ofertas educativas a sus residentes. En términos de transporte, disfruta de un modelo de tránsito rodado basado en 'big data', que guía a sus conductores por alternativas poco congestionadas. Una 'app' oficial de Inteligencia Artificial gestionar reservas en restaurantes y hoteles y sistemas de control remoto permiten a los visitantes y residentes reproducciones de 360 grados de sus principales museos y centros de exposiciones.
Shanghái tiene una plataforma (Citizen Cloud) que ofrece 104 servicios públicos, englobados en seis categorías y ya ha superado los 8,2 millones de inscritos y dispone de líneas de transporte informatizadas. En sus paradas de autobuses hay información en tiempo real, gracias a sus 1.600 pantallas de datos que funcionan con 1.800 plantas de energía solar. Sus industrias han adoptado lo digital, las nubes, el 'big data' y la inteligencia artificial y ya han anunciado que los pasajeros de transporte público pagarán sus tickets con reconocimiento facial. Shenzhen ha creado una fundación para avanzar como ciudad inteligente. Es la joya de la corona urbanita. La más cosmopolita en innovación digital.
Pero hay más. Hasta un repóker: Hangzhou, donde tiene sede Alibaba y el lugar en el que la multinacional del comercio electrónico que rivaliza con Amazon nació hace veinte años con sólo 18 empleados hasta llegar a ser un referente global en nubes de computación, finanzas y servicios de big-data. Los pagos digitales dominan la actividad de la capital de la provincia de Zhejiang. Chongqing, la ciudad de la montaña, que alberga a más de 150 empresas de robots que aspira a estar completamente automatizada en el próximo bienio. Chengdu, considerada la ciudad digital por haber logrado ya una red de un gigabit. Sus ciudadanos pueden operar on line mediante una aplicación para todos los servicios y pagan por la cara; es decir, con reconocimiento facial. Un proceso que les supone entre 5 y 45 segundos, según los servicios.
Es la ciudad inteligente con un mayor valor inversor. Wuhan. Su atractivo es académico. Segunda ciudad con más universidades e institutos. Es el centro de investigación de la nueva economía. Y está enfocado en las Ciudades Inteligentes. Sus protocolos de construcción y desarrollo de Smart Cities se han vendido en más de 40 ciudades, desde Dubai hasta Singapur y tiene patentadas más de un centenar de aplicaciones de big data sobre gestión de servicios urbanos. Guiyang, capital de Guizhou, al suroeste del país, ha asumido el estatus de Big Data Valley. Las principales exposiciones de esta industria digital se celebran en su territorio, que también es sede de los centros de innovación de Alibaba, Tencent o Apple.
La rivalidad económica urbana amenaza a los estados
Las ciudades son ya los principales huéspedes de los viajeros internacionales. Hong-Kong ha sido la ciudad más visitada en 2019, un año en el que ha habido más de 1.740 millones de desplazamientos entre países. A pesar de la alta conflictividad social en sus calles, registró 26,7 millones de entradas exteriores. Bangkok, con 25,8 millones, y la también ex colonia portuguesa, Macao, bajo la jurisdicción de Pekín, con 20,6 millones, completan el pódium, según las perspectivas de Euromonitor. Tras ellas se sitúa Singapur con 19,8 millones.
En un top-ten en el que se incluye otras dos capitales asiáticas, la de India, Nueva Delhi, con 15,2 millones, y la de Malasia, Kuala Lumpur, con 14,1 millones. El resto de destinos preferenciales lo completan Londres, en el quinto puesto, con 19,6 millones; París, con 19,1 millones, Dubái -16,3 millones- y Estambul, con 14,7 millones de visitantes. Vestigios de que un alma urbanita se ha apoderado del mundo. El 55% de la población vive en ciudades y los 'millennials' y sus generaciones más jóvenes fomentan estos tránsitos y exigen servicios online.
En Europa, por ejemplo, de las siete urbes más visitadas, sólo cuatro son la sede política de sus estados -Roma, Praga, Ámsterdam y Viena-, mientras que Antalya (en Turquía), Barcelona y Milán se salen de este esquema.
Detrás de estos fenómenos subyace una lucha competitiva por acaparar riqueza. El crecimiento de la población urbana, alertan en Euromonitor, dotará de un mayor músculo económico a las ciudades en los próximos años. Hasta el punto de que ocho capitales del planeta estarán entre los treinta mayores PIB del mundo.
Si California hubiera pasado antes de la crisis a formar parte del G-7 o Baviera hubiera estado llamando a las puertas del club más selecto del mundo, la actividad productiva de Nueva York estará en disposición de rebasar a la de Corea del Sur, la decimosegunda global, que antecede a la economía española, en 2030. De igual modo que Tokio superará en poder económico a México o España, o Los Ángeles, Londres y Seúl lo harán sobre el PIB de la potencia petrolera de Arabia Saudí.
El estudio también deja otro botón de muestra de la capacidad financiera de las grandes ciudades. Hong-Kong, Macao y Shenzhen, el triángulo de la llamada Greater Bay Area, acogerá 62 millones de residentes en 2030 y su PIB conjunto estará al mismo nivel que el de Brasil, la novena potencia del planeta.
El activismo social nace en las grandes ciudades
A la estela de las vanguardias tecnológicas. Sillicon Valley es, sin duda, el mayor 'huge' tecnológico del planeta, la casa de emporios como Google o Facebook nacidos en sus factorías de innovación. Pero San Francisco no está entre las capitales tecnológicas del mundo. Hay numerosos rankings que así lo atestiguan. Uno de ellos es el de la firma de 'big data' 2thinknow, que concede el cetro de su prestigioso Indicador de Ciudades Innovadoras a Tokio, a partir del escrutinio de 31 segmentos industriales y económicos y 162 indicadores de innovación. Donde resalta saltos poderosos, como el de Austin (Texas) que ha progresado 18 posiciones, hasta el vigésimo-noveno puesto, y retrocesos significativos como el de Barcelona, que ha caído diecisiete, hasta el trigésimo lugar.
El 'boom digital' y el poder que concede el acceso a fuentes de 'big data' y de análisis e investigación ha hecho florecer el arma de las reivindicaciones sociales en las grandes ciudades. Minnesota, por ejemplo, ha abanderado las medidas en favor del Green New Deal, la iniciativa en favor de la neutralidad energética que han apadrinado varios de los candidatos demócratas a la Casa Blanca. Impulsado desde su poder legislativo, pero a instancias de movimientos estudiantiles que se encargaron de obtener varias docenas de patrocinios procedentes del sector privado para lograr la plena sostenibilidad ya en 2030. De hecho, fueron los responsables de estos grupos organizados de jóvenes quienes dieron la noticia a la opinión pública.
También el difícil acceso a la vivienda en las grandes ciudades está propiciando las protestas de los estratos más jóvenes. Aunque es un asunto espinoso que ha movilizado hasta el FMI y otras instituciones como el World Economic Forum (WEF), que organiza la cumbre de Davos y que ya lleva dos años reclamando acciones concertadas globales que acaben con la especulación en las grandes urbes. En su diagnóstico, insta a los gobiernos a poner en marcha políticas urbanísticas y tecnológicas para facilitar el acceso a la vivienda, asunto que cataloga de crisis global, porque el 90% de las ciudades “son incapaces de proveer inmuebles asequibles a sus residentes”.
Un fenómeno que afecta sobremanera a los 'millennials', que deben gastar más que ninguna otra generación en la historia en procurarse un hogar. El banco de inversión suizo UBS pide regulación para ordenar estos mercados en su último informe sobre el sector inmobiliario internacional, en el que enumera seis ciudades cuyos sectores de vivienda ostentan, a su juicio, burbujas. Antesala -enfatizan- de inestabilidades financieras y un peligro latente, debido a que “no son identificadas como tales hasta que estallan”. Londres, Ámsterdam, Vancouver, Toronto, Múnich y Hong-Kong completan su lista de alerta.
Las capitales montan sus propios servicios diplomáticos
No han precisado siquiera reclamar soberanía a los estados a los que pertenecen. Sencillamente, la han cincelado con el propósito de atraer inversiones, talento y estimular su oferta cultural, bajo unas directrices concretas: la mejora de la calidad de vida de sus residentes. La fuerza de los acontecimientos ha propiciado que ciudades estadounidenses hayan constituido comités internacionales. Muchos de los cuales, además, tejen sus estrategias diplomáticas al margen -o desmarcándose en alguna medida- de determinados aspectos definidos por las políticas exteriores de sus Estados.
Es el caso de varias de las grandes ciudades de EEUU, que han sorteado leyes migratorias con regulaciones alejadas de las normas restrictivas dictadas en esta materia desde la Casa Blanca. Las ciudades, pues, han instaurado la edad de la diplomacia metropolitana. En EEUU y el resto del planeta. Perfilan sus propias relaciones internacionales. Desde el aprendizaje legal, técnico o político de sus estados en los asuntos sobre los que han asumido competencias. O no. Porque, en ocasiones, se instalan en espacios sin soberanía municipal. Muchos de ellos, adquiridos en una suerte de coexistencia pacífica con los ministerios de Exteriores de sus países. Como el medioambiental, la desigualdad o el desarrollo económico.
Los Ángeles es un claro ejemplo de servicio exterior local. Según sus ideólogos, la diplomacia metropolitana debe, sobre todo, servir a los intereses de los gobiernos municipales, que pasan ineludiblemente por un reto único: mejorar la calidad de vida de sus residentes. Así lo ha debido entender el alcalde angelino, Eric Garcetti, que estableció en septiembre de 2017 la Oficina de Asuntos Internacionales.
Las necesidades financieras municipales se disparan
Necesitan gastar miles de millones en ciberseguridad sobre sus infraestructuras. En concreto, 135.000 millones de dólares hasta 2024, según un estudio de ABI Research, firma de innovación tecnológica.
Deben, en consecuencia, reconfigurar sus partidas de gasto en los próximos años si desean garantizar la seguridad de sus residentes, en una fase de notables cambios estratégicos. Es como si las ciudades de especial densidad demográfica o con alguna característica emblemática -peso financiero, empresarial, tecnológico o cultural, por ejemplo- se hayan convertido súbitamente en ciudades-estado. A imagen y semejanza de las que existieron en la Antigua Grecia. Están obligadas a tomar cartas en ciertos asuntos prioritarios. Y, muy en concreto, en el terreno de la prevención de ataques informáticos contra sus redes de suministro e infraestructuras.
Los atentados de hackers -o sus intentos- han proliferado en los últimos años. También contra firmas privadas e instituciones estatales, muchas de las cuales están alojadas en los centros capitalinos o sus alrededores. La cifra que pone sobre la mesa ABI Research equivale al PIB de Kuwait o Ucrania.
Pero, en paralelo, las ciudades también necesitan avances en seguridad digital y buen gobierno tecnológico, así como aunar los desafíos medioambientales y urbanísticos con leyes garantistas en materia de recopilación de datos e imágenes personales en espacios públicos, por ejemplo, y que, al mismo tiempo, garanticen los efectos cibernéticos o de otro tipo del uso masivo de la robótica o el llamado Internet de las Cosas.