China sigue pensando en crecer a un ritmo medio del 5% durante el presente ejercicio, sin más especificaciones. De hecho, en el denominado Foro de verano de Davos intervenía esta semana el presidente del país, Li Quiang para indicar que el país iba a crecer más rápido en el segundo trimestre del año.
Y todo ante las dudas globales que se presentan por la dinámica seguida por China en los últimos trimestres. De hecho, como vemos en imagen, la ralentización del crecimiento y la actividad en el país ha sido una constante desde hace justo un año, con crecimientos de apenas el 0,4% trimestrales, que se corrigieron en la segunda parte del año, pero que terminaba, ya en 2022, con avances claramente minimizados del 2,9% ante su agresiva política de contención de la actividad a cuenta de las restricciones de Covid0.
A pesar de que, durante el presente ejercicio, se produjo un incremento del PIB del país, hasta el 4,5% la lectura fue claramente negativa y que, desde las autoridades de Pekín, ahora indican que se irá corrigiendo ya, en el presente segundo trimestre del año a punto de terminar
Sin embargo, hay varios factores que siguen sin convencer en el ambiente. Por un lado, la creencia de los expertos del mercado, de que China no va a crecer por encima claramente de los niveles del 5% este año. Hace apenas una semana las principales firmas de Wall Street revisaban a la baja sus expectativas. La última en hacerlo Goldman Sachs que reducía sus previsiones para todo el ejercicio a un PIB del 5,4% frente al 6% anterior.
Entre los factores a poner sobre la mesa, el tardío y drástico confinamiento, la debilidad de los datos macro y la situación cada vez más complicada de su sector inmobiliario. Todo ello aderezado con el pesimismo en la confianza de los consumidores. Pero no es la única firma en hacerlo.
Bank of America es la más optimista, con expectativas del 5,7%, pero lejos de ella se encuentran las previsiones del 5,2% de UBS o el apenas 5,1% para este 2023 en el que coloca el crecimiento de su PIB la japonesa Nomura.
La última en hacerlo, esta semana es S&P Global, que sitúa el crecimiento chino en el 5,2%, claramente a la baja desde su 5,5% anterior para este año. Se da la circunstancia de que hablamos de la primera vez en lo que va de año que una agencia de calificación crediticia mueve a la baja sus estimaciones en China. Y todos con las mismas premisas que argumenta Goldman Sachs.
Además, los últimos datos conocidos no auguran mejoras en las cifras y ponen en tela de juicio que la mejora será sostenida y elevada en el tiempo. La producción industrial, conocida a mediados de mes, es uno de ellos. Con niveles en mayo del 3,5% y una caída de más de dos puntos frente al mes anterior.
Ayer mismo conocíamos la caída a plomo, en un 18,8% de los beneficios empresariales en los cinco primeros meses del año, porque las compañías se han visto afectadas por la caída de los márgenes, ante el retroceso que ha experimentado la demanda en medio de lo que se considera una titubeante recuperación económica.
Los estímulos anunciados no son lo suficientemente robustos para impulsar con fuerza una economía en la que el desempleo juvenil ya supera, en cifras récord, el 20,8%. Otro dato fundamental a la baja que hemos conocido esta semana pasa por el gasto del consumidor que se ha refrendado claramente a la baja y no alcanza el nivel previo a la pandemia, a pesar del fin de las restricciones.
Por si todo esto fuera poco, un informe de The Wall Street Journal pone sobre la mesa que Estados Unidos podría paralizar los envíos de los chips de Inteligencia Artificial fabricados, entre otras empresas, por Nvidia a China. Incluso, según la publicación, esas medidas podrían implementarse ya en el mes que viene para ampliar las restricciones desde Washington e incluir en las prohibiciones semiconductores de menor potencia. Un asunto que podría ser un golpe de efecto añadido a la debilidad que ya muestra el gigante asiático.