Pero qué arma hay que llevar a esa lucha? Es una batalla de fondo que, además de peligrosa es desconocida. El verdadero peligro radica en que el mercado nos aniquile. Y la manera que tiene de hacerlo es lo que se conoce educadamente como “sacarnos del mercado”, es decir, desplumarnos. Esa es la primera y mayor diferencia entre trabajar por cuenta ajena y ser trader. Los primeros, ante un error, pueden llevarse un rapapolvo, bronca o como se le quiera llamar. Si el trader comete un error, pierde su capital.
Los espadas: Son aquellos inversores agresivos, que atacan. Llevan por bandera aquello de “la mejor defensa es un buen ataque” y entran y salen del mercado casi de manera automática. Requieren mucho entrenamiento, una gran habilidad y rapidez especial para sortear ataques y moverse con agilidad.
Los escudos: Lo que a priori es para defenderse puede ser también un arma muy válida. Analíticos, pausados y tranquilos,
Independientemente si somos espadas o escudos, para ir a la guerra, lo que sí debemos hacer es vestir una buena armadura. Y no hablo de conocimiento, eso es evidente, es como si, a pesar de que te lo advierten nos lanzamos al mar vestidos, a ver si es verdad que te ahogas… La armadura de la que hablo está hecha del mejor acero, el más seguro, el stop de pérdidas.
Punto claves este último para lo que se conoce como “Money Management” o “Gestión del dinero”. No debemos permitir tener unas pérdidas latentes del 50% ya que para recuperar esa posición el activo debe subir un 100% (si estamos largos). Si conseguimos dominar este punto evitaremos comentarios como “ya subirá” o “es una inversión a largo plazo”. Un símil de guerra? Que nos claven la espada y mirando la herida, digamos, “buff…, bueno ya sanará”
Con la armadura, nos podrán dar pero dolerá menos y nos podremos recuperar. Por eso, ya seamos espada o escudo, lo que sí debemos tener es el mejor de los aceros en el arma elegida. Una buena gestión del capital con unos stops bien ceñidos, y una correcta relación rentabilidad-riesgo nos asegurarán por lo menos no perder la batalla con la primera herida.