Sin embargo, igual de cierto resulta reconocer que a diferencia de 2012 en el que todos los tipos de bonos registraron rentabilidades espectaculares, en este nuevo año será imprescindible ser mucho más selectivo y la gestión de la duración cobrará especial importancia. Ante esta realidad, quizá una de las formas más adecuadas de invertir en bonos pase por optar por una estrategia global que no esté restringida por ningún índice de referencia y en la que se delegue la decisión de asignación de activos.
Entre las principales ventajas que ofrece este tipo de productos, sin duda destaca la amplia diversificación. A través de un vehículo de este tipo el inversor se beneficia no sólo de la diversidad intrínseca a los factores socio-económicos de los distintos países, sino también de la diversidad que existe en los activos de renta fija y su comportamiento (bonos soberanos, bonos ligados a la inflación, bonos investment grade o high yield corporativo o deuda de países emergentes). Por ejemplo, para un inversor que anteriormente solo invertía en deuda soberana o crédito con grado de inversión, un producto global le permite tomar posiciones en otras clases de activos como high yield o deuda emergente
Por tanto, existe un claro beneficio también desde el punto de vista de la eficiencia de costes. La rentabilidad de los diferentes tipos de bonos viene motivada por la temperatura de la economía global. En consecuencia, si se optara por productos que invierten en una sola subclase y si quisiera ir siguiendo el ciclo económico, se incurriría en el coste derivado de hacer y deshacer las posiciones para ir adaptándose al ambiente macro. Coste que, por el contrario, no existe en una estrategia por naturaleza global que en mismo producto incluye todos los tipos de bonos.
Cuando se invierte en bonos los beneficios se generan ya sea bien por la exposición al riesgo del movimiento de los tipos de interés o el riesgo de incumplimiento crediticio.